Opinión

Los beneficios de alcanzar la igualdad real entre mujeres y hombres

Mujeres trabajando
Los beneficios de alcanzar la igualdad real entre mujeres y hombres.
UNSPLASH

Directivas de grandes empresas, académicas en las principales universidades, investigadoras en grandes centros de investigación, economistas en grandes organismos internacionales… Mujeres españolas, con nombre y apellidos concretos que no cabrían en este artículo, trabajan desde la primera línea para solucionar los grandes problemas de la sociedad: el cambio climático, la mejora de la productividad de las empresas o el descubrimiento de una vacuna efectiva contra el cáncer. Pero también hay muchas otras que buscan nuevas oportunidades y que, por el mero hecho de ser mujer, se topan con el famoso techo de cristal, imperceptible pero por desgracia muy real.

Tenemos que celebrar que la sociedad española, y por supuesto las empresas, están más concienciadas que nunca sobre la necesidad de avanzar en el camino hacia la igualdad efectiva entre mujeres y hombres. Vamos por el camino adecuado. Las estadísticas confirman que estamos dando pasos adelante. Por ejemplo, el indicador ClosinGap elaborado por PwC, que se ha convertido en la referencia para el seguimiento de la igualdad de género, muestra que la brecha entre ambos sexos se redujo en 2022, gracias a los avances en ámbitos como el empleo, la educación, la conciliación o la digitalización. Sin embargo, la mera existencia de la brecha demuestra que queda todavía mucho trabajo por hacer. En concreto, el Índice ClosinGap se situó en 2022 en el 64,7%, entendiendo el 100% como la igualdad plena, reflejando que la brecha de género es del 35,3%. La buena noticia es que se ha reducido 1,4 puntos porcentuales con respecto a la que existía en 2021, logrando los registros previos a la pandemia.

Entre los logros podemos destacar como, en los últimos años, se ha producido un incremento de la presencia de mujeres en cargos de liderazgo en las empresas privadas.

Para concienciar sobre la importancia de acabar con este desequilibrio no solo debemos apelar a los valores que compartimos, sino demostrar que detrás hay una oportunidad económica. De darse la igualdad plena, la economía española podría generar riqueza por valor de más de 212.000 millones de euros, el equivalente al 17,6% del Producto Interior Bruto (PIB) español o una cifra similar a la producción de nuestro vecino Portugal en un año. La reducción de la brecha, según este mismo estudio, generaría la oportunidad de crear 2,5 millones de empleos femeninos a tiempo completo en España, lo que serviría para eliminar por completo el desempleo de las mujeres.

Como ocurre cuando afrontamos un desafío a gran escala, a veces se dan unos pocos pasos adelante para alcanzar la meta y otros para atrás. Entre los logros podemos destacar como, en los últimos años, se ha producido un incremento de la presencia de mujeres en cargos de liderazgo en las empresas privadas o que cada vez más universitarias optan por carreras STEM, el acrónimo en inglés de Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas. No obstante, no podemos olvidar que aunque las mujeres representan la mitad de la población y el 55,7% del alumnado universitario, apenas un 29% de las matriculadas en una ingeniería eran mujeres en el curso 2020-2021, un porcentaje que se reduce al 13% en el caso de Informática, según los últimos datos del Ministerio de Educación y Formación Profesional. Asimismo, podemos destacar que la precariedad en el empleo está disminuyendo más lentamente entre las mujeres que entre los hombres o que las mujeres se han visto más perjudicadas en el mercado laboral por la pandemia de Covid-19. No podemos dejar pasar tampoco por alto que la tasa de paro entre las mujeres asciende todavía al 14,6% mientras que la de los hombres es del 11,3%.

El objetivo que tenemos por delante la sociedad civil y empresarial es impulsar las buenas prácticas, y atajar de raíz las malas, para frenar las consecuencias perniciosas de la desigualdad de género para nuestra economía. Para lograrlo, deberemos apoyarnos en palancas como la digitalización, la educación, la implantación de herramientas que corrijan los sesgos inconscientes o la puesta en marcha de medidas más ambiciosas en el ámbito de la conciliación, que no hay que confundir en ningún caso con crear trabas a la actividad empresarial con medidas cosméticas.

Estoy convencida de que, si se ponen en marcha acciones que rompan los estereotipos y los techos de cristal, si se potencia el acceso de las mujeres a carreras STEM o se reparte más equitativamente ocupaciones no remuneradas como las tareas del hogar o el cuidado de los hijos, en pocos años daremos pasos de gigante para cerrar definitivamente una brecha que no solo genera problemas sociales, sino que también lastra el propio crecimiento económico. Debemos tomarnos más en serio esta cuestión porque, de continuar al ritmo actual, tardaríamos al menos 33 años en alcanzar la igualdad efectiva, un horizonte temporal demasiado extenso con el que no nos podemos conformar.

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