Cuaderno de venta

El 'pensionazo' de 2023 y las elecciones, ¡que nos quiten lo bailao!

La revalorización de las pensiones del Gobierno en un 8,5% supera a la inflación en España, un acto de extrema generosidad que hipoteca el futuro de los votantes pero compra el presente.

Sánchez, a la salida del Congreso con Escrivá en primer plano.
Sánchez, a la salida del Congreso con Escrivá en primer plano.
Europa Press

La risa nerviosa de José Luis Escrivá, ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, inquieta cuando habla sobre pensiones. En su fuero interno sabe que algo no marcha bien pero no sabe, no quiere o puede arreglarlo. El gasto para sufragar las pagas el año que viene ascenderá a 190.700 millones de euros, un 11,4% más que este año o 19.600 millones extra.  Es el resultado de la incorporación de más jubilados a la base de receptores y, sobre todo, de la aplicación del coeficiente de revalorización del 8,5% conforme al IPC que el Gobierno de Pedro Sánchez ha prometido para 2023.

Son algunos, pero pocos, los pensionistas que están asustados por la extrema generosidad de la subida del ‘sueldo’ de jubilación. No puede ser tan bueno como lo pintan, dicen. Pero la mayoría no se hace preguntas sobre de dónde saldrá el dinero, al revés, pedirá más porque, como diría Sabina, "nos sobran los motivos". Hay un bulo invencible en la cultura popular que susurra aquello de recibo lo cotizado con la pensión cuando, en realidad, con las cotizaciones a la Seguridad Social se contrae un derecho de cobro pero nada más. Hay quien lo entiende, quien no lo quiere entender y quien tira de cinismo ante lo que viene. ¡Que nos quiten lo bailao!

El pensionazo de 2023 llega en el más inoportuno con síntomas de recesión grave en las principales economías occidentales de la que no se librará España pese al nuevo mantra de isla energética y económica que se nos ha vendido. Pese a las gigantescas tensiones inflacionistas, el IPC del último mes ha bajado al 7,3%, más de un punto por debajo de la revalorización de las pensiones que se quiere aplicar. Cuando algunos expertos han pedido la moderación en la actualización para jubilaciones, viudedades y orfandad no es porque sean unos aguafiestas, sino porque piensan en lo correcto.

El aumento indiscriminado del gasto en pensiones con la pirámide poblacional girándose por el envejecimiento y baja natalidad pone en riesgo el futuro del sistema y su solvencia. Hay señales de alarma. El problema es que el debate se centra en lo que se paga mes a mes, año a año, cuando es una cuestión de largo plazo. Desde 2007, el gasto en pensiones se ha duplicado. y solo en la última década, el desembolso acumulado ha sido de 1,47 billones de euros, una cifra equivalente a toda la deuda pública española y algo más que el PIB anual con el que se maneja la economía española. Después de años de déficits continuados, de gastar más de lo ingresado, la deuda de la Seguridad Social se ha disparado hasta 100.000 millones.

Cuando las pensiones crecen más que la inflación

Hay razones ocultas en esa decisión. Vayamos por partes. De no ser 2023 un año electoral es probable que el Gobierno hubiese medido con una vara más precisa las consecuencias de sus actos. De no ir por detrás en las encuestas , por mucho que se empeñe el CIS de Tezanos, Moncloa probablemente no hubiese quemado las naves con las pensiones. Hay 9 millones de votos en juego en uno de los caladeros más conservadores. La posibilidad real de que quienes están al mando ya no lo estén dentro de un año cambia la perspectiva de quien tiene ante sí un problema: el que venga detrás, que lo solucione. No es razonable tener que destinar el 40%, cuatro de cada diez euros del presupuesto de un país, a sufragar las pensiones.

Resulta deshonesto camuflarlo como gasto social, como gusta anotarse a los políticos, cuando es un derecho adquirido a lo largo de años aportando religiosamente. Con los parches de alargar la edad de jubilación o de los años necesarios para recibir la pensión del trabajador actual se comete una injusticia intergeneracional al exigir más por menos. De la barra libre de los años 80 y principios de los 90, las condiciones comenzaron a endurecerse en  1997 cuando se elevó a 9 años el periodo computable para la obtención de la pensión. En 2006 se elevó a de 12 a 15 años y así sucesivamente hasta casi el medio siglo actual, o toda la vida laboral, como será lo siguiente.

Pero lo más sangrante es que el Estado será el gran beneficiado, una vez más, de esta escalada de ingresos de los pensionistas vía aumento de la recaudación por el IRPF. A riesgo de tildarlas de agoreras, como señalaría Yolanda Díaz, las previsiones económicas mayoritarias, salvo las del Gobierno, nos dicen que estamos entrando en una recesión. En Reino Unido ya es una realidad. El Banco de Inglaterra ha pronosticado una larga contracción de hasta dos años contando con los últimos seis meses. El Banco Central Europeo (BCE) actualizará en esa misma línea sus proyecciones económicas el próximo 15 de diciembre. ¿Es adecuado acometer la mayor subida de pensiones de la historia sin tener en cuenta la complicado situación económica o de las cuentas públicas?

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