Cuaderno de venta

Central de negligencia, los cancilleres de Putin y el gas a precio de sangre

Putin ficha a Schröder para la petrolera rusa Rosneft y Alemania se indigna
Vladimir Putin abraza a Gerhard Schröder.
DPA vía Ep

Mañana se cumplirán 75 días de guerra en Ucrania y 77 años del final de otro conflicto bélico grabado a fuego en la memoria de Europa. Cada 9 de mayo es el Día de la Victoria en Moscú, una celebración conmemorativa del final de la Segunda Guerra Mundial en 1945 cuanto la Alemania nazi firmó su rendición ante la Unión Soviética. 24 horas antes lo habían hecho los Aliados, con representación militar del Ejército Rojo incluida. El dictador Josef Stalin -que había pactado con Adolf Hitler repartirse Polonia seis años antes- decidió reeditar la firma en Berlín para reivindicar su protagonismo de forma unilateral. Por eso se dice que los nazis se rindieron dos veces.

Tras la caída de la URSS, los rusos fueron enterrando aquellas fastuosas exhibiciones de tropas, tanques, aviones y misiles hasta que Vladimir Putin decidió en 2005 que era hora de volver a mostrar al mundo las imágenes de todo su arsenal y poderío militar. Fue aquel año cuando el presidente ruso comenzó a sentar las bases de su futura influencia energética en el Viejo Continente con la inestimable ayuda de los líderes de la Unión Europea (UE): Jacques Chirac, José Luis Rodríguez Zapatero y Gerhard Schroeder. El Kremlin vio su oportunidad en tentar a incautos y aprovechados en una cumbre que dio carta de naturaleza a dos grandes negligencias de la política exterior de Europa: el suministro energético y Ucrania.

El excanciller alemán se ganó a pulso en la cena de la cumbre de París (marzo de 2005) su futuro fichaje por los conglomerados energéticos de Rusia con su propuesta de ampliar las ventajosas relaciones en petróleo y gas que les ofrecía su amigo Putin. Pasado el tiempo, no hay duda de que Schroeder se ganó el sueldo en diferido aunque no ha sido hasta 2022 cuando alemanes y europeos se han dado cuenta de la jugada. En aquella cena se aceptó la coartada rusa sobre su neutralidad con respecto a Ucrania, que vivía un giro político hacia Occidente tras la llamada Revolución Naranja y el intento de asesinato del líder pro-occidental Viktor Yuschenko por envenenamiento, sello de la KGB. Fue sucedido por Viktor Yanukovich, un dirigente prorruso condenado por alta traición tras facilitar al Kremlin la invasión y anexión de Crimea en 2014. El cambio político en Ucrania con Petro Pososhenko, predecesor de Volodímir Zelenski, provocó la primera resistencia ante los planes anexionistas de Rusia y la guerra del Donbás.

Es necesario este inciso para entender cómo la Alemania del socialista Gerhard Schroeder y de la hasta ahora intachable administración conservadora de Angela Merkel fueron cómplices de que Europa hiciera la vista gorda con las políticas de desestabilización sobre Ucrania dirigidas desde Moscú para recuperar el vasallaje de su vecino. Dirán ustedes si el caso nos concernía o no, y harán bien, pero el paso del tiempo ha terminado destapando el gran engaño de Putin. Alemania, corazón político de la UE, la locomotora económica del euro y sus grandes multinacionales se habían convertido en yonquis del gas y petróleo barato y accesible que les ofrecía Rusia a cambio de respaldo internacional y, entre otras cosas, vetar las peticiones de acceso a la OTAN y la UE de Ucrania, para quien tenía los planes más sanguinarios: Crimea, Donbás y la invasión total de 2022.

Nabucco, némesis del Nord Stream de Schroeder y Berlusconi

El papel de ‘camello’ energético que ahora se le atribuye a Putin no hubiera sido posible sin la connivencia de los tres últimos cancilleres alemanes. Schroeder se jubiló de su puesto para ocupar la presidencia del Nord Stream 1, el gasoducto que se encargó de promover cuando era el mandamás alemán. Siguió defendiendo los intereses de Rusia y las bondades del régimen de Putin ante el Gobierno de Merkel, sostenido durante años por la ‘Grosse Koalition’ de Schroeder y su sucesor Olaf Scholz, actual canciller. El olor a muerte del pasado 24 de febrero fue el que hizo inevitable que Berlín vetase incondicionalmente la puesta en marcha de Nord Stream 2, el gasoducto gemelo financiado por Moscú al 100%, por oligarcas afines como la banda de Mijaíl Fridman y algún otro socio industrial que se sumó al jugoso proyecto.

Si los servicios de inteligencia de EEUU ya venían advirtiendo del proyecto como potencial arma económica y chantaje político contra Europa, ¿cómo es posible que en Bruselas nadie lo viera con cierto sentido común? Ahora que el 'caso Pegasus' se está usando para criticar que los espías del CNI espíen, quizá alguien del actual Gobierno pueda explicar los extraños movimientos de la política energética de Pedro Sánchez durante 2021 cuando se disparó la compra de petróleo a Rusia hasta niveles no vistos desde que gobernaba Zapatero (ay, la cena de París de 2005) y se dinamitó la relación privilegiada con Argelia para el aprovisionamiento de gas.

Pese a que en Moncloa se rasgan las vestiduras y reniegan ahora del gas & petróleo ruso, lo cierto es que hemos contribuido y seguimos contribuyendo a engordar las arcas de Putin mientras sigue aplastando Ucrania con sus misiles y bombas. Si hubo contraespionaje (perdón, servicios de información para no 'zaherirles' como diría Sánchez Galán) del CNI para informar al Gobierno, queda claro que la última decisión fue 100% política. Ahora la Unión Europea corre a toda prisa para escenificar un contra-embargo al maná energético ruso del que no puede prescindir salvo crisis de suministro y amenaza de revolución social. Parafraseando al clarividente jefe de Gobierno italiano Mario Draghi es hora de elegir entre “la paz o el aire acondicionado" en referencia al elevado peso que el gas tiene en la generación eléctrica y a Rusia en el suministro de su país, pese a que tiene hasta varios gasoductos transfronterizos con el norte de África. Es un legado achacable a otro de los títeres de Putin en Europa: el todopoderoso exministro y magnate de la televisión (Mediaset), Silvio Berlusconi.

¿Se acuerdan de las fotos de Mirek Topolanek en la Villa Certosa de ‘Il Cavaliere’ en 2009? Probablemente, no, pero el entonces ministro checo acabó tocado y hundido en vísperas de las elecciones por un 'robado' en el que aparecía desnudo y con una erección. Era también el presidente de turno del Consejo Europeo. Oficialmente era él aunque dijo que había retoques de fotomontaje en la parte morbosa. Lo interesante era el escenario. La mansión de 500 millones de euros en Cerdeña fue el lugar de encuentro favorito de Berlusconi con Putin durante años. Topolanek fue promotor y cabeza visible en Bruselas del proyecto Nabucco, una infraestructura que iba a traer gas hasta el centro de Europa desde el Mar Caspio para reducir la dependencia de Rusia. Era el contrapeso perfecto del primer Nord Stream y hubiese subsanado en parte la gran negligencia energética europea, pero el checo acabó crucificado y el potencial némesis del gas ruso quedó desactivado.

Lo que pudo ser no fue y ahora, a pesar de la guerra de Ucrania y las sanciones a Rusia, Europa sigue financiando hoy a Rusia a través de la energía y otras 'commodities' imprescindibles para su industria. Solo  Alemania le ha comprado energía y materias básicas a este país por valor de 25.000 millones de euros anuales, unos 250.000 millones de euros en una década. Schroeder, de 78 años, alto cargo durante años de la gasista Gazprom y la petrolera Rosneft, todavía no ha sido declarado persona ‘non grata’ en su país pero debe serlo al menos en la UE. Cómo apuntábamos en octubre, las risas virales de Putin sobre las contradicciones europeas y su condición de conseguidor energético en un foro económico en Berlín en 2010 tenían poco de broma y mucho de advertencia premonitoria. Por eso la emisora estatal 'Russia Today' las rescató para difundirlas en redes sociales: "No entiendo nada. A los alemanes no les gusta la energía nuclear, no la desarrollan. Tampoco les gusta el gas… ¿Con qué van a calentarse? ¿Con leña? Bueno, también hay que ir a Siberia a por leña, ¿entendéis?". 

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