Opinión

El descontento con la Globalización o por qué hay países que siguen el mismo patrón

gráfico José Carlos Díez Globalización
El descontento con la Globalización o por qué hay países que siguen el mismo patrón. 
Nerea de Bilbao (Infografía)

Escribo este artículo en el avión sobrevolando Lisboa y volviendo de Santiago de Chile. En mis clases explico que desde 1980 el mundo ha vivido el mayor avance de desarrollo humano de su historia con reducción de pobreza extrema y erradicación del analfabetismo para casi el 90% de la población mundial, aumento de la esperanza de vida, etcétera. Y sin embargo hay descontento generalizado. En Europa los jóvenes están cabreados y tenemos los chalecos amarillos. En China el régimen tiene contestación, en Cuba también.

Por esta razón tenía mucho interés por estar en Chile. Iba para el Foro de Economía del Agua que tengo el privilegio de dirigir, que celebraba su XIV edición, en seis ciudades y tres países. España es el país con mayor estrés hídrico de Europa y el más afectado por el cambio climático, pero Chile es uno de los más afectados del mundo con el desierto de Atacama creciendo. Pero este economista observador tenía necesidad de hablar con la gente y entender las revueltas sociales de hace dos años y el profundo cambio político y social que han provocado.

Chile fue uno de los países más afectados por la crisis de la Deuda en los años ochenta a la que se llamó la década perdida. Su transición a la democracia en los años noventa tuvo como referente la española pero su dictador seguía vivo y eso hace que los fenómenos sean similares pero diferentes. Los gobiernos de izquierdas de la Concertación consiguieron registros increíbles en crecimiento de la renta por habitante y también en la erradicación de la pobreza extrema. En 1990, cuando comienza el actual periodo democrático en Chile, su renta por habitante era un 35% inferior a la de Argentina y Venezuela, un 65% inferior a la de España y un 80% inferior a la de EEUU. El pasado año, Chile superaba Argentina y su renta per cápita cuadruplicaba a la de los venezolanos asolados por la depresión y la hiperinflación.

Se hablaba de Chile como el caso de éxito de América Latina. Días antes del estallido social, el Presidente Piñera defendió ante la Asamblea de Naciones Unidas a Chile como un referente de países emergentes en la Globalización. La realidad es que el pasado año la renta por habitante en el país andino seguía siendo un 40% inferior a la de los españoles y un 65% inferior a la de los estadounidenses. Sus ingresos públicos sobre PIB seguían antes de la pandemia en el 23% del PIB, el mismo nivel que dejó la dictadura de Pinochet y siete puntos menos que los EEUU que han sufrido desde entonces la revolución necon.

He estado sólo cuatro días en Santiago y no he podido recorrer el resto del país por lo que no esperes una tesis doctoral. Pero si he podido identificar algunos problemas que se repiten en todos los países con tensión social. Chile ha reducido mucho la desigualdad, pero sigue siendo un país muy desigual. Sales del aeropuerto y ves kilómetros de barrios pobres con infraviviendas, muchas de madera. Como me contó después un conductor de Uber venezolano, los sueldos en esos barrios de 400 o 600 dólares y los alquileres no cuestan menos de 300 dólares. Esto ayuda a explicar el descontento.

Al entrar en la ciudad ves la Costanera, la torre más alta de América Latina con oficinas y viviendas de lujo. Y al llegar a mi hotel en Las Condes salí a pasear y tenía la sensación de estar en el show de Truman. Aquello no era una ciudad, era un decorado perfecto. Me recordó las clases de microeconomía cuando mi maestro Luis Toharia nos enseñó la teoría del bienestar y ya nos hablaba de la envidia en 1992. Me contaron una anécdota de Ricardo Lagos, el equivalente a Felipe González en Chile, el líder que consolidó la democracia, modernizó el país y metió a Chile en el primer mundo. Visitó un barrio pobre y una mujer le recriminó que su casa era social y pública pero no podía meter su coche. Lagos contestó que cuando las diseñaron no pensaban que iban a tener coches y que se alegraba mucho de que hubiera prosperado.

La realidad es que los chilenos ya han olvidado la pobreza extrema y quieren tener coches, pero perciben grandes diferencias entre ricos y pobres. Otro problema es la corrupción y la percepción que la clase política tenía más privilegios que el resto de ciudadanos. Y otra característica común es que la sociedad percibe que las grandes corporaciones tienen secuestrado al parlamento y legislan para su beneficio y no el del pueblo.

La izquierda planteó las actuales elecciones como plebiscitarias e iniciaron un proceso constituyente. Pero Kast, líder del partido de extrema derecha con mucha relación con Vox en España, ganó las elecciones y la composición del parlamento ha quedado muy equilibrada por lo que seguramente habrá cambios en el sistema, pero no radicales. ¿Por qué ganó Kast? No conozco a todos sus votantes, pero mi percepción es que los chilenos mayoritariamente han mejorado significativamente su nivel de vida y las clases medias quieren cambio, pero no caos. Y la inseguridad ha aumentado mucho, sobre todo en Santiago.

La mayoría de la gente con la que hablé y todas las encuestas asumen que la izquierda va a ganar. Pero para ganar Boric, el líder de la izquierda con mucha relación con Podemos, necesita los votos de los votantes de la Concertación a los que ha estado insultando sin parar en los últimos años. Para conseguirlo está incorporando a varios pesos pesados de gobiernos anteriores, incluido a los economistas que asesoraron a Lagos y a Bachelet.

Las clases altas y medias deberán asumir que es necesario pagar más impuestos y la izquierda que hay que usarlos para mejorar la educación, la sanidad y las pensiones y no para nacionalizar el agua, la energía y todo aquello que pueda resolverse con inversión privada

En la inauguración del Foro les conté la historia de España que a todos les sonó familiar. En 2008 se destruyeron tres millones de empleos y despertamos de golpe del España va bien y la burbuja. Los jóvenes sufrieron la deflación salarial por un mercado de trabajo decimonónico que protege a los que están y penaliza a los que entran. Después llegó el rescate, los ajustes, nació Podemos y luego Vox. Trece años después España sigue inmersa en la crisis institucional, con el parlamento fragmentado e incapaz de afrontar los enormes retos que tiene el país.

Podemos que llegó a liderar las encuestas con el 30% de votos está a punto de desaparecer como marca y su sucesora proveniente del partido Comunista no consigue alejarse del 10% en las encuestas. Llevan dos años en el Gobierno y, aunque les ha tocado gestionar una grave pandemia, muchos de sus votantes se sienten frustrados al asumir que, tras la prometida revolución, sus problemas siguen igual. Ada Colau, una activista muy similar a Boric, lleva más de seis años gobernando la ciudad de Barcelona. Su obsesión fue nacionalizar y estatalizar todo, también el agua, y prometió resolver los problemas sociales de los barcelonesas más humildes, principalmente la vivienda. La realidad es que apenas ha construido vivienda social y los problemas de sus votantes siguen siendo los mismos que cuando llegó.

En el otro extremo Vox gobierna muy pocos ayuntamientos, algunos en Almería, zona de estrés hídrico, y los problemas de sus vecinos siguen siendo los mismos. La derecha necesita sus votos para gobernar en Andalucía y Madrid. Madrid ha estado dos años sin presupuestos, y en Andalucía les acaban de tumbar los presupuestos con demandas absurdas ultraconservadoras y antiinmigración, muy alejadas de los principales problemas de sus ciudadanos que son el desempleo y los salarios.

Me gustaría transmitir optimismo a nuestro pueblo amigo chileno pero la experiencia de España no lo permite. La física nos enseña que para salir de un agujero hay que consumir la misma energía que para entrar y llevará tiempo salir de la dinámica entrópica en la que han entrado. Para salir del caos es necesario resolver los problemas que lo provocaron. Espero que los empresarios asumen que es necesario subir los salarios. Si las empresas no tienen margen suficiente, deberían entender que es necesario invertir en innovación, buscar mercados fuera de Chile y aumentar su productividad, como hacen las empresas de países con mayor renta por habitante. Las clases altas y medias deberán asumir que es necesario pagar más impuestos y la izquierda que hay que usarlos para mejorar la educación, la sanidad y las pensiones y no para nacionalizar el agua, la energía y todo aquello que pueda resolverse con inversión privada. Y esos inversores deben asumir que es necesario una buena regulación, transparencia y rendición de cuentas para que el modelo funcione y deben incorporar la equidad en sus modelos y no sólo la eficiencia.

Mostrar comentarios