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Feijóo por un lado y Díaz por otro: Sánchez 'cautivo y desarmado'

Yolanda Díaz
Feijóo por un lado y Díaz por otro: Sánchez 'cautivo y desarmado'.
Jesus Hellin 2022/ Europa Press

Cada vez son mas los dirigentes socialistas (de partido), sobre todo en el ámbito autonómico y local, que reclaman a Pedro Sánchez un giro radical y que se desembarace cuanto antes del lastre que le está suponiendo el apoyo de Unidas Podemos, sobre todo en lo que respecta a la parte más morada del binomio. El mensaje oficial de Moncloa es el contrario, el de hacer valer todo el trabajo de estos tres años a pesar de que han sido los peores y más sufridos de la democracia, desde la pandemia hasta la guerra de Ucrania, pasando por Filomena y el volcán, pero en el fondo saben que lo que los ciudadanos decidan en las urnas dentro de un año, más o menos, va a estar marcado por lo que les quede en el bolsillo después de pagar la luz al triple que cuando llegó el PSOE, con los precios por las nubes. “Algo hay que hacer, y debe ser de calado”, es el mantra que se está extendiendo alrededor del presidente.

El pistoletazo de salida lo dio este viernes Yolanda Díaz y su plataforma Sumar, que se ha adelantado al paquidermo monclovita y ha certificado su separación de facto de todo lo que significa Podemos, desde su nacimiento en los entornos del 15-M, hasta nuestros días. Si cualquiera de los líderes políticos actuales se planteara ahora mismo juntar a cinco mil personas en un mitin, sin tener que ponerles autobuses ni regalarles los bocadillos, lo tendría muy complicado, pero la vicepresidenta ‘roja’ del Gobierno lo ha hecho sin despeinarse. Sin unas siglas consolidadas ni disciplina de partido, por puro convencimiento de la gente. Se podrá estar o no de acuerdo con su nuevo ‘contrato social’ y su planteamiento socialista al más puro estilo francés (casi de la época de la Revolución), pero de que es capaz de liderar una buena parte de la izquierda más escorada y robarle votos al PSOE y a Podemos de cara a las generales de 2023, no cabe duda.

Hace poco me decía el jurista más joven de espíritu que conozco, Antonio Garrigues Walker, que España es un país donde los políticos sin carisma tienen poco que hacer, sean de la ideología que sean, y Díaz es la prueba evidente de ello. Incluso Sánchez, Abascal y el recién llegado a la ‘corte’, Núñez Feijóo, se acercan a ese modelo, y van delimitando ya las pautas de la larga y tediosa campaña electoral de año y medio que nos queda para solventar la cita autonómica y municipal del mayo que viene, y la de las generales, cuando sean. Pero ese tirón mediático y populista va a tener que cargarse de argumentos donde la ideología deje paso al pragmatismo y la ‘realpolitik’, cargados hasta las trancas de economía, aunque sea de guerra.

La pregunta es ¿quién tiene más que ganar y que perder en este escenario político y con los plazos ya medidos? Los partidos de la oposición por la derecha tienen la escopeta cargada con argumentos más que de sobra para cargar contra el Gobierno de Sánchez por una gestión económica que no funciona, aunque la culpa sea de Putin. Además de las típicas acusaciones de pactar con los nacionalistas y los independentistas para sobrevivir, cuentan con la inflación, el atasco de los fondos europeos o el fiasco del tope al gas para elevar su carisma a la calidad de estrategas económicos, con más o menos demagogia, según los casos. Con eso contaba Sánchez, pero con lo que no contaba es que ahora, por la izquierda hay un movimiento ‘reunificador’, con una líder carismática, que se va arrogar la mayor parte de los logros económicos de los que él mismo puede presumir: la reforma laboral, los ERTE, la subida del salario mínimo, el diálogo social y un largo etcétera con los más de once acuerdos a los que Díaz ha sabido llegar con la patronal y sus aliados sindicalistas.

Al presidente le queda como jugada propia la incombustible Nadia Calviño y el reparto de los fondos europeos a cambio de reformas estructurales -con las pensiones de Escrivá bajo amenaza de tormenta en el horizonte-, junto con su colega y sin embargo enemiga Teresa Ribera, empeñada en hacer una transición ecológica en contra del sector energético, algo que España se podría permitir en tiempos de paz por su avance en las energías renovables, pero que es de dudosa eficacia en tiempos de guerra, con una reordenación europea del sector en ciernes en la que podemos quedarnos como el convidado de piedra que jugaba en su patio ibérico con el tope al gas, mientras los mayores tomaban las grandes decisiones en la frontera rusa.

Si a estas alturas de la contienda, Sánchez tiene claro que lo que hay que hacer es seguir por el mismo camino, agotar el apoyo de los ‘morados’ aunque decidan una cosa en el Consejo de Ministros y defiendan lo contrario en el Congreso, y hacer entender a la gente que el recibo de la luz y la cesta de la compra no son lo más importante ahora, después de haber salido de una pandemia que todos queremos olvidar, y con una guerra que nos mata el bolsillo, allá él. Pero desarbolado en las encuestas por la derecha de Feijóo y acosado por la izquierda por sus propios aliados, el riesgo de no hacer nada de calado como le piden los suyos antes de que sea tarde, es el de caer “cautivo y desarmado” ante las tropas nacionales, como cayó el ejército rojo, sin paliativos.

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