Libertad sin cargas

Caixa toma el control de Bankia: ¿A quién beneficia?

El presidente de la Fundación La Caixa, Isidre Fainé, con Pedro Sánchez
El presidente de la Fundación La Caixa, Isidre Fainé, con Pedro Sánchez y Álvarez-Pallete.
EFE

Fusiona que algo queda. Después de tantos meses -años quizás- publicando las bondades de las fusiones bancarias, al fin una de ellas se aparece en cuerpo y alma. La palabra clave durante estos años ha sido ‘consolidación’. Desde Luis de Guindos a altos ejecutivos del Ministerio de Economía o del Banco del España, la necesidad de integrar entidades financieras ha sido un mantra que ha recorrido el sector, hubiera o no posibilidad de boda. La realidad, ahora que tenemos sobre la mesa la integración de Bankia por Caixa, es que las fusiones no son solución de nada a priori. Dicho de otro modo, ya sabemos desde los tiempos de Mafo que sumar dos problemas solo genera uno más grande. Es verdad que siempre se pueden tocar partidas del balance y ‘maquillarlo’, amén de acometer las consabidas sinergias, una forma fina de referirse al aluvión de despidos y cierre de sucursales que nos espera, porque el ahorro en la cuenta de los servicios centrales es, como diría el clásico, el chocolate del loro. Por lo tanto, no hay mucho más que rascar si no hay complementariedad en el negocio. Y desde luego, este encaje fetén no se produce en el caso que nos ocupa, cuya trascendencia e impacto debe buscarse en otros lares. ¿A quién beneficia el movimiento?

Para empezar, en casa de Isidro Fainé deben estar todavía descorchando botellas de cava y rezando para que la operación salga. Todo son ventajas, más allá de cumplir un viejo sueño que enlaza con el año 2012 y con la ‘gran operación’ que al conspicuo ejecutivo se le ha resistido en Gas Natural y en el ámbito energético. Y es que, ¿hay algo peor que el 'riesgo España' en estos tiempos de maleza? Desde luego, el 'riesgo Cataluña'. Y Caixa se ancla con este paso al frente al Estado español, sede valenciana incluida, evitando al Sabadell y sus propias cuitas como pareja de baile. Si algo ha demostrado la irrupción de la Covid en una era de tipos de interés bajo cero es que todas las entidades financieras hacían colección de muertos en el armario. Todas sin excepción, a la luz de los resultados trimestrales presentados por cada una de ellas. En consecuencia, qué mejor apuesta que Bankia, cuyo ‘badwill’ -que expone la diferencia entre una cotización bajo mínimos y el valor en libros- se incorporará como efecto contable a las reservas de Caixa (la fusionada) y terminará por dar valor en balance a una operación que probablemente no lo tenga desde el propio negocio. ‘Clink clank’… caja.

Desde el punto de vista de Bankia, no hay mucho que contar en una entidad que, tirando de Pirandello, lleva años en busca de autor. Su presidente, José Ignacio Goirigolzarri, excelso gestor pero muchos años a la sombra de mayúsculos egos, hace tiempo que necesitaba un salida para una banco con una rentabilidad reducida, una privatización imposible y las limitaciones del Gobierno -vía FROB- para una estrategia más agresiva, sin contar con las comprensibles restricciones salariales para la cúpula que implica un banco participado por el Estado. La única zozobra que recorre la entidad y que podría afectar a la operación se disipará en unos días. Y es que una sentencia negativa de la Audiencia Nacional sobre el presunto ‘maquillaje’ de las cuentas del banco antes de su salida a bolsa, y su eventual responsabilidad civil subsidiaria, podría afectar a la ecuación de canje, en la que se espera una ‘gracia’ de Caixa y sus gestores. Mejor no pensar en una lejana retirada de la licencia en virtud de la decisión judicial. En tanto el Gobierno auspicia la operación, en un país en que lo privado y lo público se conjugan en el mismo tiempo verbal, no parece que estemos ante una línea roja.

¿Qué hay pendiente? Desde luego, la ‘due diligence’ actualmente en marcha tiene dos puntos clave. En primer lugar, la integración de los equipos directivos, véase, el gobierno corporativo. Esto es, si Goiri se convierte en presidente de la entidad, lo que haría las delicias del Banco Central Europeo (BCE) en su afán de separar el ‘chairman’ -como presidente no ejecutivo-, y el consejero delegado, que será sin lugar a dudas Gonzalo Gortázar, el nuevo ‘staff’ debe incorporar en un puesto preeminente a Pepe Sevilla, actual consejero delegado de Bankia y un fuera de serie al que jamás el nuevo ‘status quo’ debería renunciar. Empero, no será el único ejecutivo de peso a colocar. El segundo interrogante es la ecuación de canje, cuestión no baladí en tanto determinará el agujero que asumirá el FROB por el rescate de Bankia. Aunque nadie duda de la ‘generosidad’ de Caixa respecto a la ‘prima’ en la operación -que sin duda estará ya más que apalabrada-, el boquete para las arcas públicas que se generará será monstruoso y precisará de algún tipo de explicación… oficial. Es ahí donde entra la tercera parte implicada en el plácet, esto es, el Gobierno de Pedro Sánchez.

Como publicó en este periódico Fernando H. Valls, el Ejecutivo está encantando con el noviazgo. El argumento oficial, aunque no explicitado, es que el movimiento ancla a Caixa en el territorio nacional, alejándolo del nicho independentista catalán. Una cuestión, en todo caso, meramente coyuntural. El mandato de Sánchez es temporal y Caixa -no hay mas que tirar de la historia- perdurará. Dicho lo cual, y poniéndose en la piel de Iván Redondo, no es difícil argumentar que el agujero provocado por Bankia en las cuentas del Estado proviene del rescate avalado por el PP. ¡Qué mejor excusa! En este escenario, el PSOE solo habría trocado la participación mayoritaria en Bankia por una minoritaria en Caixa, susceptible de revalorizarse. En un segundo término quedaría la ignominia de que un Estado mantuviera entre un 15% y un 20% en una entidad bancaria privada. Todo lo que no fuera un calendario de desinversiones en un plazo inferior a un año hablaría en los peores términos de un Gobierno que promueve una economía liberalizada. Otro escenario definiría una tutela infame. Lo invertido en Bankia ya se perdió… Mejor amortizarlo cuanto antes.

“Si el Gobierno se queda en Caixa es aterrador. Es un mensaje dramático. No hay un argumento político que lo soporte”, aseguran fuentes financieras próximas a la operación, que abogan por un calendario de desinversiones. Además, lo que pase en Bankia es importante para un sector que busca a marchas forzadas recuperar su reputación tras episodios como las ‘black’, las preferentes, las hipotecas multidivisa, las cláusulas suelo o el IRPH. El lunes pasado, Pedro Sánchez se reunía con la flor y nata del Ibex 35, que al mismo tiempo se reúne con Casado por mucho que no tenga la misma repercusión mediática. Una vela a Dios y otra al diablo. “Los ERTE y los ICO han parado el golpe -asegura uno de los presentes-. Sin embargo, el impacto existe. La clave es cómo se usen los 70.000 millones de la Unión Europea. Hay un compromiso claro de los empresarios, pero esos importes deben ir a proyectos empresariales”. La fusión-compra de Caixa y Bankia es un alivio, un signo del compromiso de la clase empresarial. Sin embargo, el dinero de la UE solo fluirá con unos Presupuestos convincentes, sólidos y en los que haya contención del gasto… pese a Podemos. Poco importará lo demás. En palabras de uno de los empresarios que departió con Sánchez, nos esperan meses críticos.

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