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Greta, Fink y Hohn, ¿héroes o candidatos a la hoguera?

Greta, Fink y Hohn, ¿héroes o candidatos a la hoguera?
Greta, Fink y Hohn, ¿héroes o candidatos a la hoguera?
Nerea de Bilbao (Infografía)

Se lamentaba Larry Fink, consejero delegado de BlackRock, en una entrevista con Bloomberg durante su visita a Davos esta semana que en toda su carrera nunca se había visto envuelto en una situación en la que fuera atacado de forma personal. El mayor inversor del mundo se queja de la polarización que gira alrededor de la descarbonización, que se ha convertido en una de las líneas maestras en las políticas de implicación y voto del gigante. Para el activismo ‘verde’ todos los pasos que está dando son insuficientes y una estrategia de marketing, pero para los negacionistas del cambio climático Fink se ha convertido en un enemigo público del sector del petróleo y del gas y en un objetivo político a batir.

A BlackRock y a Fink le está pasando un poco como a Greta Thunberg. En Europa Occidental, deficitaria en gas y petróleo, encaja muy bien, pero en Estados Unidos no tanto. Donald Trump lo ejemplificó claramente con sus gestos poco oportunos cuando la activista pronunció su discurso ante los líderes mundiales en la ONU en 2019. Entonces era una heroína en Europa y como tal fue recibida en Madrid en la COP 25, pero unos años después ha ido perdiendo protagonismo, borrándose de las conferencias climáticas, y si no fuera por su arresto esta semana en Alemania igual pocos recordarían a quien fue una de las caras más visibles de la lucha contra el cambio climático.

A Fink, por el momento, nadie le olvida y como sucedió con Greta ha cobrado un especial protagonismo por figurar en la diana del ala republicana en los Estados Unidos. El enfoque ESG de BlackRock no cuadra con un partido que gobierna en varios estados donde la industria del gas y el petróleo cuenta con mucho peso económico y su reciente mayoría en la Cámara de Representantes de los Estados Unidos anticipa que la presión seguirá y que los criterios medioambientales, sociales y de gobernanza continuarán estando cuestionados. Además, son caros.

El año pasado varios estados republicanos retiraron inversiones que habían delegado en BlackRock por su enfoque ESG. No fueron migajas, fueron nada más y nada menos que más de 3.000 millones de dólares (solo Florida ha retirado 2.000 millones). La cifra por sí sola no dice nada, pero el volumen de activos perdidos por la venganza republicana solo lo superan en España 41 gestoras de fondos y de planes de pensiones de las 117 que operaban al cierre de septiembre, aunque es cierto que es una pequeña parte de los casi 9 billones de dólares con los que el gigante despidió el año.

La venganza de los republicanos le ha costado a BlackRock más de 3.000 millones de dólares

El consejero delegado del mayor inversor del mundo -que ya ha anunciado despidos-, defendía en Davos (y así lo ha hecho también en una campaña de marketing en EEUU) que no eran enemigos del gas y del petróleo, sino que su objetivo era acompañarles en su transición (un plan que por cierto cuadra perfectamente con el programa demócrata). Uno de los pilares en los que se asienta la inversión responsable es en que la rentabilidad de las compañías con sólidos criterios ESG a largo plazo será mayor porque estos pilares limitan sus riesgos y Fink parece aferrarse a este mantra.

Ahora habrá que ver si da algún paso atrás en su famosa carta anual a los consejeros delegados de las firmas en las que participa, que en los últimos años ha estado muy enfocada al cambio climático. En 2022, en plena guerra en Ucrania, ya dio un pequeño paso atrás cuando avanzó que sería más exigente a la hora de apoyar propuestas ESG de terceros accionistas. Lo hizo en pleno debate sobre la necesidad de preservar la seguridad energética en Occidente ante el conflicto con Rusia. Fink solo ha avanzado que su misiva de 2023 hablará de "esperanza", pero no sabemos si seguirá el ejemplo de otros activistas climáticos y reenfocará algo su estrategia, en medio de un debate polarizado entre buenos y malos, que cada uno ha llevado a su terreno y que, como pasa en la política, no admite escala de grises.

El inversor pro clima más conocido en España –Chris Hohn- de hecho está mutando. The Children’s Investment Fund (TCI), accionista de compañías como Aena, Ferrovial o Cellnex, se hizo conocido por una campaña pro climática, que fue especialmente virulenta en el caso del gestor de los aeropuertos españoles. Implicó a Teresa Ribera en ella, instándola a aprobar un giro verde de Aena, que la ministra compró y que se ha reflejado en que la sostenibilidad forma parte de los estatutos de la cotizada y en un plan de reducción de emisiones votado en junta, que condiciona su estrategia de negocio de cara al futuro.

El origen de esa campaña se produjo en 2019, en pleno auge de Greta Thunberg, con una oleada de cartas enviadas por TCI a numerosas empresas. Además de Aena o Ferrovial, la lista de objetivos fue mucho más amplia y afectó a casi una veintena de valores, entre ellos gigantes como Alphabet, Microsoft, Moody’s, Atlantia o Vinci.

Pero el perfil activista de TCI está variando. Es difícil saber hasta dónde ha influido en el giro estratégico de Cellnex, que se ha saldado con la salida de Tobías Martínez como consejero delegado, pero podría entrar en su nuevo 'modus operandi', ya que a finales del año pasado dio un paso que se alejaba mucho del activismo por el que le conocíamos: el ESG. En noviembre, escribía una carta a Alphabet en la que le explicaba que, desde su punto de vista, la compañía contaba con una base de costes elevada, haciendo referencia tanto al número de trabajadores como a sus salarios.

En la misiva, firmada por el propio Chris Hohn, señalaba que compartía la idea de otras firmas de que los números de Alphabet se podían lograr con menos recursos humanos y ponía como ejemplo el paso de otras tecnológicas, como Meta o Microsoft que estaban optado por reducir (y de forma muy drástica) sus plantillas. En paralelo, demandaba al gigante tecnológico que fuera más generoso en sus planes de recompra de acciones, en una estrategia más propia de Carl Icahn que del Hohn al que nos habíamos acostumbrado.

Si Hohn había sido muy incómodo para las empresas en las que participa por su enfoque climático, con este giro hacia el activismo clásico (el financiero) podría echarse en su contra también a la industria ESG, que está tratando de configurar cómo enfocar la inclusión de objetivos sociales en su manual de inversiones y que, con una visión europea, es proteccionista con el empleo y menos abierta a aplaudir el despido libre. Pero a la vez, ¿no es lógico que implemente herramientas que traten de incentivar la rentabilidad de sus inversiones? Sería lo que un tercero probablemente le pediría.

Las crisis suelen servir para poner a prueba modelos de inversión y la inesperada guerra en Ucrania y el alza de la inflación mundial tras la pandemia están aplicando un auténtico test de estrés para los criterios ESG, que parecía que se habían convertido en el único camino posible. Probablemente había crecido demasiado rápido y se había reivindicado demasiado pronto como héroe y como el único camino posible a seguir a los mercados.

Sin embargo, los inversores no son filántropos y ha quedado claro que cuando los números rojos aprietan, se producen volantazos. Tras un periodo de reflexión, y a pesar de los detractores y de los errores de inmodestia, sin Greta, Fink o Hohn habría sido mucho más difícil que la transición energética ganara tanta visibilidad en las empresas y a nivel político. Ahora está integrada en la estrategia de negocio de muchas compañías, que parece complicado que abandonen la carrera completamente. Tal vez podrían desacelerar si baja la presión.

Lo que necesitan los inversores es que realmente existan estímulos que hagan rentables la descarbonización de las empresas porque la rentabilidad suele ser una buena excusa para acallar a los extremistas. Los demócratas están contraprogramando a los republicanos con programas de estímulo en inversiones verdes, que atraigan a inversores y empresas, si no por conciencia, por expectativas de retorno. En Europa el discurso está por ahora más alineado, pero ya se han relajado los requisitos para el gas, dotándole de un halo de sostenibilidad muy criticado en la taxonomía de actividades sostenibles, y se incentivará la inversión verde para no perder la carrera contra Estados Unidos.

Habrá transición energética si es rentable. Lo saben los héroes, los villanos y usted y yo. Perder dinero por color político solo lo toleran unos pocos.

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