OPINION

El erotismo de la TV de Chicho Ibáñez Serrador (más allá de las azafatas del Un, dos, tres)

RTVE presenta mañana un documental sobre Chicho Ibáñez Serrador en el 45 aniversario del estreno del 'Un, dos, tres...'
RTVE presenta mañana un documental sobre Chicho Ibáñez Serrador en el 45 aniversario del estreno del 'Un, dos, tres...'
EUROPA PRESS
Chicho Ibáñez Serrador y las azafatas del Un, dos, tres...
Chicho Ibáñez Serrador y las azafatas del Un, dos, tres...

En su complejo elenco de personajes principales, el Un, dos, tres contó con un grupo de chicas guapas. Eran las azafatas. Simplistas mujeres floreros para algunos, cantera de artistas de recorrido posterior para otros (de ahí salieron actrices como Silvia Marsó, Lydia Bosch, Nina, Paula Vázquez). Lo mismo bailaban, que cantaban, que llevaban los sobres al maestro de ceremonias de un programa que, por cierto, fue el primer gran concurso conducido por una mujer, Mayra Gómez Kemp. Todo el peso recaía durante la tediosa grabación en Mayra, acompañada por un largo elenco de cómicos y por las exuberantes azafatas.

Porque las azafatas eran exuberantes, claro, y buscaban enamorar al ojo del espectador. Y es que, en un tiempo en el que estaba todo por inventar en la televisión, Chicho Ibáñez Serrador también fue pionero a la hora de atraer público a los programas de entretenimiento con buenas dosis de erotismo, un evidente motor televisivo.

Lo hizo en una sociedad tremendamente machista, donde había azafatas y no azafatos, pero donde Serrador se atrevió a ser de los primeros en desnudar a los hombres. La insinuación masculina no se hacía esperar y llegaba a un concurso-espectáculo que intentaba agitar al espectador e incluso enfrentarlo a sus "lujurias".

Así, Chicho descolocó al país con una prueba eliminatoria en la que los concursantes iban perdiendo literalmente su ropa. Ante la mirada de un público exaltado, que no podía contener el murmullo, y una propia presentadora, Mayra, con una arrebatadora risa nerviosa de ingenuo asombro. La sociedad no estaba acostumbrada a estos menesteres y esta prueba fascinó a una televisión que aún no desnudaba a los hombres. Al día siguiente no se habló de otra cosa.

El Un, dos, tres..., como toda la obra de Chicho, tenía mucho de erotismo. Pero un erotismo que no siempre se tomaba demasiado en serio y no era gratuito. Tenía su función en las tramas de cada capítulo. Porque el Un, dos, tres..., como una buena serie, se estructuraba a través de tramas argumentales para que el espectador se quedara hasta al final. Tramas que, al igual que en una película, contaban con antagonistas, protagonistas, personajes secundarios y, por supuesto, músicas de fondo que iban marcando el clímax de la emisión.

Tampoco Ibáñez Serrador se olvidaba de romper el ritmo del programa con giros de guion que mantenían en alto el tono del show. Muchas veces, además, con cierta obsesión de hacer partícipe al público en plató, para que los asistentes no sólo fueran parte del decorado. Lo mismo ponía al respetable a hacer muecas con las caras, que lanzaba vísceras sobre sus cabezas o que, para que ganaran los concursantes el premio, Mayra debía conseguir un número de sujetadores de la grada. Y las chicas se lo quitaban, con más o menos pudor. Habían venido a jugar. Una prueba imposible hoy, ya que no sería políticamente correcta.

Serrador quitó complejos al erotismo en televisión. Enriqueció sus programas insinuando más que enseñando, porque la televisión es más imaginar que evidenciar. También fue pionero en divulgar el sexo en prime time con Hablemos de Sexo, que dirigió su versatilidad. Pero, sobre todo, Serrador experimentó con los morbos de la audiencia, a veces de manera sutil, otras de una forma muy tosca, pero siempre riéndose de sí mismo y del cliché que había crecido socialmente de director ególatra y machista. En sus prólogos, daba una bofetada a su propio personaje, aunque hoy -fuera de contexto- sean muy difíciles de entender esos sketches porque eran otros tiempos, porque lo políticamente incorrecto también se podía caricaturizar en el horario de máxima audiencia.

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