ANÁLISIS

Cómo hacer un talent show perfecto: así debe ser el orden de las canciones para no fracasar

Anabel Alonso, marciano, Tu cara me suena
Anabel Alonso, marciano, Tu cara me suena

El orden de colocación de las canciones puede convertir un 'talent show' en un vistoso éxito o un estrepitoso fracaso. Como cualquier formato, los concursos musicales de los canales comerciales deben equilibrar su contenido para mantener el interés con una especie de montaña rusa de emociones para intentar que el público baje la guardia lo menos posible. Difícil tarea, pues no hay una fórmula fija. La intuición manda, pero sí existen unas reglas que ayudan a que no pinche el programa.

Para empezar, la primera canción en actuar mejor si no es una balada. El arranque debe ser apoteósico, con un hit rítmico que levante el auditorio y que sugiera en el espectador el clima de que está ante un gran espectáculo imprevisible. Hay que abrir la gala proyectando con energía en la audiencia que está ante un espectáculo vigoroso.

Después, la segunda canción suele ir unida a un tema con menos fuerza, que es mejor quitarse de encima cuando el público aún está impregnado del subidón inicial para, en la tercera aparición, incorporar o una apuesta de humor o de emoción. O mejor aún: humor y emoción juntas. Porque, en realidad, el humor sin emoción no existe.

Y a partir de ese instante, hay que ir jugando con un ir y venir de canciones complementarias. Prohibido repetir dos temas similares seguidos. Nada de dos baladas pegadas. En la variedad está el éxito del prime time. Pero no vale cualquier variedad. Es importante que el espectador reconozca canciones, pero también que descubra o redescubra otras que tenía olvidadas. Esto último es un valor añadido en desuso en la tele: la fuerza del descubrimiento genera una fidelidad mayor en la audiencia. Sucedió en los últimos Goyas con Andreu Buenafuente y Silvia Abril. El poder de la aparición de Rosalía no estuvo sólo en su interpretación, también en cómo y qué se interpretó. El poder del hallazgo televisivo que, en este caso, redescubrió y puso en valor a 'Me quedo contigo' de Los Chunguitos.

En 'Tu cara me suena', que celebra la final de su séptima temporada este viernes, suelen manejar muy bien la colocación de las canciones en escaleta. Del ímpetu inicial al humor desengrasante en la cuarta o quita actuación de la noche. Sin olvidar, otra de las viejas claves de la televisión: reservar un golpe de efecto obvio para el final, que el espectador se queda porque ya lo espera. Pero, antes, hay que promover un punto de inflexión que  despierte y reflote el interés de un programa de larga duración. Esto en el 'prime time' español suele ocurrir sobre las 23.30h., cuando la dureza de la competencia empieza a caer y es el instante en el que el guionista debe inyectar un momentazo que aúpe la media de cuota de pantalla de su show.

En la final española de 'Eurovisión 2019', 'La Venda' de Miki se colocó, por ejemplo, pasadas las 23h. del 'prime time' dominical, que termina antes. El número levantó el plató cuando más se necesitaba y la canción se posicionó como tema que representará a TVE en el 'eurofestival'.

Son pequeñas estrategias para que el espectador no pierda la conexión con un programa de televisión que, como una serie, debe contar con un esqueleto bien armado para que el devenir de las canciones esté bien empaquetado dentro de una historia transversal de emoción atractiva. Y lo bueno es que existen muchos tipos de sana emoción para narrar más allá del concurso clásico y propiciar una gala con un principio con fervor, un desarrollo con sensibilidad y un desenlace con su 'chimpún' de cierre, ya sea un gag o la pasión del primer plano del ganador.

Más aún en tiempos de consumos bajo demanda, donde se pueden consumir las actuaciones musicales por separado en otras plataformas y es necesario enfocar bien la organización del contenido  para que el 'talent show' tenga una dinámica que dé unidad y lo convierte en un acontecimiento para consumir en tiempo real con el frenesí del vivo y del directo. O, si no, el público siente que se está perdiendo un evento irrepetible.

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