OPINION

'Amigas y Conocidas', la TV tóxica

Amigas y Conocidas
Amigas y Conocidas

Ana Guerra acude a Amigas y Conocidas para promocionar su nueva canción, Ni la hora, pero su presencia en el programa se centra en una foto en la que sale en una piscina. Vamos, típica foto de verano. Sin embargo, en directo, hasta se especula con que la cantante ha podido subir tal imagen a Instagram para crecer en seguidores. Como si la generación de OT 2017 necesitara de esas artimañas de 2012 para incrementar followers. Pero Ana Guerra responde y relativiza: ha colgado esa fotografía en su perfil porque "me gustó". Sin más.

Meses antes, Amaia, después de ganar Operación Triunfo y en los prolegómenos de su camino a Eurovisión, es entrevistada en Amigas y Conocidas. Vía satélite, Isabel San Sebastián pregunta a la joven cantante, insistentemente, que si siente orgullo por España. Entonces, Amaia, intuyendo la encerrona dialéctica, contesta que hay muchas maneras de querer a un país. El público aplaude tal reflexión. La veterana periodista dibuja una media sonrisa en su rostro. El programa ha quedado en evidencia. Y, esta vez, ha quedado en evidencia por una joven de 19 años. Porque el problema de Amigas y Conocidas es que está desconectado del tiempo en el que se emite. 

No puede ser que una televisión pública vaya tan por detrás de la sociedad. Los contenidos de Amigas y Conocidas son la antítesis, por ejemplo, de este último Operación Triunfo. El talent ha reflejado los valores de unas inspiradoras nuevas generaciones que ya vienen sin una mochila de prejuicios tóxicos, que heredaron nuestros padres de esa vieja España con una educación de apariencias por el qué dirán y una atadura al complejo infectado de miedos a enriquecerse aprendiendo del diferente. De ahí que cuando los concursantes de OT acuden a Amigas y Conocidas se quedan asombrados y hasta con rostro de violentados al entrar en contacto con un universo que desconocían: una España en la que aún se siguen haciendo debates con preguntas de calado como ¿a favor o en contra de fotos ligeras de ropa? Cuestión sobreimpresionada en pantalla -véase captura de arriba-.en 2018, no en 1973. Nada trillada.

No todas las colaboradoras de Amigas y Conocidas representan a esa sociedad que está quedando atrás, por supuesto, pero el formato sí que cuenta con un prisma de temática encorsetada en una línea editorial arcaica, que funcionaba en los años noventa pero que, en realidad, la audiencia de hoy ya ha superado. Por eso chirría tanto. Dirán que es el enfoque que demanda el público más mayor, que es el que consume La 1 a esa hora. Pero ese argumento también es demodé. Primero, porque la televisión pública debe ser ambiciosa y apostar por contenidos inclusivos para públicos diversos. Nada de quedarse en la errónea idea de que La 1 se tiene que hacer sólo para público envejecido. Segundo, porque la televisión pública no debe tutelar ni menospreciar la inteligencia de la audiencia. Tampoco de las personas mayores, que son la experiencia de un país y no cuentan con una mirada tan limitada como la que alimenta el debate de AmIgas y Conocidas.

Porque Amigas y Conocidas representa la superficialidad mal entendida en televisión. Un formato que se mantiene en la programación de TVE porque, salvo excepciones, principalmente debate sobre absurdeces que no molestan a la cúpula de la cadena. Lo malo es que, al final, esas absurdeces sí atacan la credibilidad de la cadena, ya que son vacías, condescendientes y tratadas con poca o nula ironía.

En Estados Unidos, este tipo de formato funciona por contraste de sus protagonistas. Programas como The View reúnen en una mesa perfiles muy diferentes de personalidades para generar un apasionado debate sin medias tintas. En Amigas y Conocidas no se reproduce tal escenario, no hay choque de ideologías y miradas, pues el tratamiento del contenido es en general carca y desconectado de la realidad que vive la audiencia.

La situación de RTVE en los últimos años, con un claro control ideológico -de hecho, se censuró e invitó a no volver a Loles León en este programa-, ha impedido salirse a Amigas y Conocidas del patrón de temas ligeritos que "no incomoden": del corazón sin corazón al comentario sobre la alta sociedad que ya no es ni contenido aspiracional por parte del espectador de hoy. Un programa que supone sintonizar con una especie de mundo paralelo, donde reinan los tópicos, los lugares comunes, los pedigrís clasistas, las etiquetas y clichés de género que creíamos estábamos superando pero, no, están ahí taladrando desde La 1 a esas nuevas generaciones que, por su contexto social y familiar, han crecido sin tanto arraigo a los viejos complejos del qué dirán. Y, claro, lo flipan cuando se someten a las preguntas de interés de Amigas y Conocidas. Un programa tóxico para la televisión pública, pues contamina sus valores de pluralidad, rigor, creatividad e imaginación para promover el contenido previsible, la reflexión superficial y el comentario de hora del té con argumentos sin contrastar ni verificar. Señoras bien, señoras fetén. 

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