OPINION

9 inspiradoras enseñanzas del primer 'Telepasión' (que definen el éxito y fracaso de la tele de hoy)

Julia Otero en una captura del arranque del primer 'Telepasión'
Julia Otero en una captura del arranque del primer 'Telepasión'

Telepasión Española es un clásico de la Nochebuena televisiva que, sin embargo, se estrenó por Nochevieja. Terminaba 1990 y la idea inicial del formato era realizar un repaso a lo mejor y lo peor del año a través de la televisión. Pero Julia Otero y el realizador Xavier Manich, directores del programa, rompieron los corsés de los tópicos de las evidencias que se esperan de los especiales navideños y crearon un espacio con entidad propia, que los responsables de la televisión del futuro deberían visionar.

Casi tres décadas después, este primer Telepasión sigue a la vanguardia e inspira, por lo menos, nueve imprescindibles lecciones que son un valor añadido a la hora de crear en la multipantalla audiovisual.

1. Apuesta por el suspense, aunque no parezca suspense

La primera imagen de Telepasión no es un árbol de Navidad ni nadie cantando un villancico. No. La primera imagen de Telepasión es una carta de ajuste, elemento reconocible en la época, que ocupaba la pantalla cuando no había programación. Porque no siempre la tele emitió 24 horas. Una perfecta carta de ajuste en pantalla, como si se hubiera parado la programación. Pero, oh, sorpresa, no había fallado la emisión.

De repente, una limpiadora tarareando entra en plano y empieza a sacar brío a esa carta de ajuste. Giro dramático: no es un grafismo, es el suelo de un plató que empieza a ser pisado por Julia Otero, que también hace su aparición en escena. Una entrada que la cámara va descubriendo en un brillante plano secuencia en el que no sólo se ve, también se escucha: el sonido de los pasos de la comunicadora. Porque el sonido es vital para engrandecer la experiencia de ver un programa, como sucede en las series. Y aquí se escuchan muy bien sus pasos, lo que remarca la fuerza de la aparición de Julia.

Ahí Telepasión sienta a la perfección sus bases, en la comunicación verbal y en la comunicación no verbal. Aquí no sólo se presentan vídeos, aquí se viene a contar una historia con actitud y cierto suspense como gasolina enriquecedora del interés del hilo argumental. Como esa primera carta de ajuste, aquí todo lo que se ve no es lo que parece a primera vista. El programa juega con la expectación y expectativa de la curiosidad del público. 

2. No te quedes en el tópico

En televisión, y en la radio, es importante que el espectador reconozca lo que ve o escucha. Pero es más interesante aún hacer el equilibro entre lo que se reconoce para también empujar a la curiosidad que te descubre lo desconocido. El Telepasión de 1990 se podía haber quedado en el tradicional y socarrón refrito de imágenes del año, que tan ingenioso hacían Ignacio Salas y Guillermo Summers en los ochenta, y añadir alguna ñoñez navideña.

Pero se optó por crear un show con una empaque propio más allá de la tradición de la fecha que lo cobija. Telepasión definió su propio imaginario. Tan necesario y tan poco realizado en la actualidad. Su cabecera era un inmaculado rap -tendencia gamberra de entonces- que rompía ya de entrada y su logotipo era pura seducción del diseño de la época. Blanco y rojo. Logotipo que ocupaba todo el cristal del televisor para ser metafóricamente destruido por una mujer con un mazo. Más metáfora, más Telepasión, más declaración de intenciones. Que tu programa tenga un sello propio que se diferencia del resto.

3. La tele es bonita. Aunque en la realidad no lo sea tanto

Acababan de nacer las cadenas privadas y Televisión Española debía consolidar aún más su imagen de la gran casa madre de la televisión. El primer Telepasión cumplió ese cometido de lo que se llama ahora crear identidad de marca de toda la cadena. Lo hizo tejiendo con inteligencia varios elementos: primero, recapitulando en un mismo programa la amplia y plural oferta con la que contaba TVE en ese momento; segundo, reuniendo a la gran mayoría de sus profesionales en un mismo especial -por breve que fuera la intervención- y, tercero, mostrándolos dentro de las tripas de la tele. Pero como las tripas de la tele son, en realidad, feas. Telepasión Española creo una ambientación cosmopolita que convertía la tele en algo más especial, icónico e incluso aspiracional.

TVE entraba por los ojos. Porque la tele también es marketing y el espectador debe sentir que le gustaría acudir a esa fábrica de creatividad. Este Telepasión mimó esos detalles que potencian aún más la experiencia de la tele. Todo tenía estilo: desde el atrezzo al vestuario. Sin olvidar, por supuesto, toda la realización visual.

4. Pon un largo plano
secuencia en tu vida

En ese hacer tele bonita, es imprescindible planificar una buena realización. Telepasión Española no se perdía en grandes vaivenes de cámara, porque en realidad los vaivenes de cámara en televisión son como el gotelé en las paredes: se utilizan para tapar faltas. No es necesario mucho baile de cámaras voladoras para hacer buena televisión.

En cambio, Telepasión si contaba con una milimetrada coreografía de cámaras, que impulsaba el carácter de todo lo que estaba contando este programa, que diseñó planos secuencias memorables. Así pudimos ver a Julia Otero acudir al comedor de Torrespaña a través una espectacular imagen en la que, sin necesidad de nombrar el Pirulí, se otorgaba todo el contexto del lugar en el que se estaba. Lo hacía mostrando un vibrante Sol reflejándose en la cristalera del edificio de informativos, mientras la periodista cruzaba la calle y dejaba sobre su cabeza la televisivamente mítica estampa de Torrespaña que sigue siendo sinónimo de TVE. De nuevo, más iconografía que hacía marca de gran tele.

Dentro, esperaba Elena Santonja que, como presentadora del programa de cocina del momento, estaba cocinando el menú ideal para cada profesional. "No es lo mismo un menú para Pueblo de Dios que para los de Los Mundos de Yupi", decía. Y ahí se veía a los periodistas de deportes indignados, de Matías Prats a Olga Vida o María Escario. Estaban ofuscados porque sólo podían comer verduras, se quejaban a la propia Santonja que acababa de aderezar el plato del director general, que necesitaba mucho más picante. Ay, cuánta mordacidad.

5. La ironía nos hace más libres

Telepasión unió a los rostros visibles de TVE para resumir el año a través de esa televisión que, al final, es reflejo de nosotros mismos. Y, entonces, TVE era un reflejo bastante amplio de su sociedad con una amplia producción propia. Pero en vez de vender lo maravilloso que eran todos los programas del ente, aquel Telepasión apostó por ser una ingeniosa crítica de la televisión desde dentro.

Julia y su guion eran un constante ir y venir de ironías que conseguían lo más importante: hacer al espectador cómplice de una televisión que creía en la inteligencia de su audiencia y sabía reírse de sí misma. La tele no se miraba el ombligo con condescendencia ni soberbia, la tele se abría con cierta honestidad a su espectador. Tan importante a la hora de generar vínculos de complicidad con la audiencia. La honestidad suele ganar a la intensidad del vende-motos.

Es lo que sucede a la tele pública de hoy que, en los últimos años, no ha logrado un elenco fijo de presentadores que traspasen por la frialdad de obsesionarse con que (casi) todo se comunique en pantalla con la malentendida solvencia de lo políticamente correcto. Así se ha anulado el carisma que transmite por transparente. Hoy todos los comunicadores se parecen en exceso, todos presentan prácticamente igual para no salirse de una línea de perfección tan ideal como invisible. Lo contrario que era la plantilla de presentadores de TVE en el 90, donde se sabía que la telegenia estaba más en el carácter que en quedar con bonita sonrisa en pantalla.

6. Mira fuera del área del confort

A la hora de potenciar esa transparencia que no teme a la imperfección, a reírse de uno mismo e incluso a sincerarse desde la ironía, el primer Telepasión logró el hito de sacar a los presentadores de su área de confort. Ahí es donde más llamó la atención el programa. Veíamos a comunicadores más serios, como Pedro Piqueras, arrancarse a cantar o a protagonizar gags cómicos. La tele se quitaba protocolos y la cadena lo aprovechaba para ser más cercana a su audiencia.

Pero nadie cantaba como en un karaoke, interpretaban creyéndose su personaje de artistas de primera. El reto se lo tomaban bien en serio, cualidad que no es baladí y que define el fracaso de la decadencia posterior de la fórmula de Telepasión. Porque la música en televisión si suena mal y no se toma en serio, termina por espantar. 

7. Cantar es contar

El primer Telepasión no sonó nada mal. Y, encima, ejemplifica la esencia del éxito de los programas musicales en televisión: cada actuación narraba una historia. Cada número, era una versión con un concepto bien desarrollado. Cada uno haciendo de su diferente personalidad, virtud. Así Miriam Díaz-Aroca cantó picante, a lo Marilyn Monroe, rodeada de un ballet infantil que se sabía muy bien sus pasos, Beatriz Pécker salió del plató de RockoPop para hacer suyo el 'Si tu me dices ven' o Pedro Piqueras interpretó Cambalache, con una letra sin fecha de caducidad y con una interpretación que la tele aún no ha podido emular.

También Julia Otero cantó su recordado Blue Moom con una planificación de cámaras fascinante, la sencillez de la complejidad, que recuerda que no es un asunto mejor que el intérprete comunique al espectador dirigiéndose a él, sabiendo dónde están las cámaras y cómo debe mirar a esas cámaras que, por cierto, deben ir al ritmo de la música. Obviedades que, sin embargo, están en peligro de extinción. Todo en un plató con un brillante suelo granate que recuerda que el glamour no existe, se construye con la imaginación.

8. Sólo no puedes, con amigos sí

Al final, Telepasión acabó con gran parte de los rostros de TVE juntos, cantando 'Qué no se acabe el mundo'. Televisión Española era una cantera de valiosos profesionales y la cadena juntó su talento.  Una estampa para la posteridad, pero también una excelente carta de presentación de la cadena. A través de la unión de sus profesionales, TVE daba más calidez al logotipo de Televisión Española.

A eso jugó todo el primer Telepasión. Incluso simulando, con mucha guasa, que el equipo de informativos dormía en la misma habitación comunal o que, al estilo posterior de Google, que la cadena pública había creado una sala recreativa que más bien parecía una cantina con mucho humo. En pleno nacimiento de los canales privados, con este especial, TVE potenciaba su imagen de marca y proyectaba un sentimiento de cadena a través de la humanización de sus rostros e incluso mitificando los recovecos de sus instalaciones. Se desprendía sentimiento de equipo, lo que es fundamental para atraer público y, al mismo tiempo, para ilusionar a los trabajadores de la propia cadena con los proyectos en los que están.

9. Da tiempo al tiempo

El primer Telepasión Española hizo honor a su nombre y realizó un homenaje a la televisión con todos los elementos que conlleva la televisión. Interpretación, honestidad, guion bien hilado, algún  que otro giro imprevisible, realización sugestiva y la inteligencia de la mordacidad que no tiene miedo ni siquiera a la autocrítica. Aunque no todo el mundo lo entienda a la primera. No pasa nada. Pero claro para desarrollar bien un formato de estas características también hace falta tiempo: tiempo para la elaboración, tiempo para preparar los conceptos, tiempo para ensayar, tiempo para producir los vídeos (las píldoras de resumen del año tenían un excelente montaje por temáticas), tiempo para grabar, tiempo incluso para no caer en lo obvio. Pero, claro, el tiempo es dinero y en la tele de hoy eso es una misión imposible.

Tal vez por eso se ha ido desgastando la fórmula de Telepasión. Ya no hay demasiado tiempo para producir los programas y, además, parece que la tele se ha olvidado que se puede hacer un especial de Nochebuena o Nochevieja sin árboles de Navidad en el decorado, que lo que es relevante es lo que es original y tiene claro que para contar una buena historia no te puedes quedarte a medio gas. Para transmitir hay que atreverse a hacer un guion que no tenga miedo a salirse del guion de lo convencional que busca una perfección equivocada cuando, en realidad, el carisma brota de esas imperfecciones que nos terrenalizan, que nos hacen crecer, que nos hacen diferentes, que nos permiten ironizar con nosotros mismos e incluso con nuestra televisión.

El pasado lunes hablamos en 'Julia en la Onda' de Telepasión con Julia Otero. Lo puedes escuchar aquí:
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