Posdata

Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres (según las estadísticas)

No hemos aprendido nada desde que se decretó el estado de alarma ante la expansión de la Covid. Tengo dudas de que los políticos hayan hecho sus deberes.

Cementerio, lápida, lápidas, tumbas
Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres (según las últimas estadísticas).
EUROPA PRESS/AYUNTAMIENTO - Archivo

Fue director de la Real Academia Española, Premio Cervantes, Premio Nacional de Poesía, filólogo y profesor universitario de lujo. Formó parte de esos chavales de la Generación del 27 y escribió en 1944 un poema para no dormir titulado 'Insomnio', primero de los agrupados en 'Hijos de la ira'. Dámaso Alonso y Fernández de las Redondas (1898-1990) vivió para su desgracia en primera persona la convulsa España de finales del siglo XIX y de buena parte del siglo XX. Y fue en la posguerra cuando nació 'Insomnio'.

'Insomnio' ('Hijos de la ira')

  • Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres (según las últimas estadísticas).

    A veces en la noche yo me revuelvo y me incorporo en este nicho en el que hace 45 años que me pudro,

    ​y paso largas horas oyendo gemir al huracán, o ladrar los perros, o fluir blandamente la luz de la luna.

    Y paso largas horas gimiendo como el huracán, ladrando como un perro enfurecido, fluyendo como la leche de la ubre caliente de una gran vaca amarilla.

    Y paso largas horas preguntándole a Dios, preguntándole por qué se pudre lentamente mi alma,

    por qué se pudren más de un millón de cadáveres en esta ciudad de Madrid,

    por qué mil millones de cadáveres se pudren lentamente en el mundo.

    Dime, ¿qué huerto quieres abonar con nuestra podredumbre?

    ​¿Temes que se te sequen los grandes rosales del día, las tristes azucenas letales de tus noches?

Tétrico este Dámaso Alonso. Sentido, tocado y dolido el poeta. Su visión de la ciudad de Madrid después de la confrontación fratricida era desgarradora; letra a letra buscaba la respuesta de Dios a preguntas terribles. Solo él sabe si obtuvo comunicación divina; yo creo que no. Sí dijo sin embargo el motivo que le llevó a poner negro sobre blanco el dramático 'Hijos de la ira': "Escribí lleno de asco ante la estéril injusticia del mundo y la total desilusión de ser hombre". De ahí que desenterrase un millón de muertos con su pluma de esas calles tristes de un Madrid que apenas despertaba de una pesadilla.

Hoy Dámaso Alonso -cuyos restos reposan en el cementerio de La Almudena junto a los de cientos de miles de madrileños de cualquier lugar de España y del mundo- volvería a ver un Madrid triste y apagado, esta vez no por los bombardeos, la miseria y el hambre sino por un endemoniado coronavirus que no da tregua. Cada día se lleva a la morgue a decenas de personas en toda España que han perdido la batalla desigual contra la muerte.

La Covid nos ha mostrado tal y como somos: unos, cobardes; otros, imprudentes. Aquellos, egoístas; esos, solidarios. También ha puesto a los políticos ante el escenario más difícil en muchas décadas. Un dibujo en el que la enfermedad está matando a la sociedad y a la economía de todo el mundo. Los cadáveres del virus en todo el globo (880.000, según las últimas estadísticas) se acercan ya peligrosamente al espeluznante millón de muertos del que se lamentaba Dámaso Alonso. En España la pandemia se ha cobrado ya casi 30.000 víctimas mortales.

¿Y los políticos? ¿Qué hacen los políticos? Improvisar. Un castizo diría que no tienen ni puta idea de lo que han de hacer. Yo pienso igual. El mundo se ha convertido en una selva en la que comprar en el mercado internacional mascarillas, Equipos de Protección Individual (EPI), guantes o respiradores se ha convertido en una misión de riesgo, en la que si no te timan te choran la cartera y pierdes el parné. La peculiaridad del virus obliga al juego del acierto o error pero, entre error y acierto, don Dámaso tiene más compañía.

No hemos aprendido nada desde el 14 de marzo, cuando se decretó el estado de alarma ante la expansión de la Covid. Tengo serias dudas de que los políticos que nos gobiernan, todos en general, hayan hecho sus deberes. Y todo apunta a que los rebrotes de hoy son la punta del iceberg de una nueva ola de la pandemia infecciosa.

Los que nada sabemos de aviación miramos siempre a la tripulación cuando se atraviesan turbulencias. Si l@s azafat@s se mueven sin preocupación, no hay nada que temer. Si aceleran el paso, se sientan y se abrochan los cinturones piense en algo bonito por si acaso. Con la Sanidad pasa tanto de lo mismo. Cuando en los hospitales se arman hasta los dientes y se habilitan zonas específicas para atender ‘casos sucios’ es que el río agua lleva.

¿Qué han hecho nuestros políticos desde que acabó el confinamiento general? ¿Han trabajado con visión de futuro o solo invocando moral de victoria? ¿Tienen un plan si la pandemia vuelve a salirse de madre en los próximos días? Santo Tomás dudaría. Estos días los escolares vuelven a las aulas con políticos afirmando que todo está bajo control o dando por hecho que la chavalería caerá infectada sí o sí. Cuando el Gobierno tenía la sartén por el mango las comunidades autónomas, no todas, rezongaban exigiendo recuperar sus competencias. Ahora que las tienen nuevamente exigen, no todas, que el Estado sea quien marque la hoja de ruta y que asuma la tutela. Si se equivocan, que se equivoquen ellos.

Insisto. No hemos aprendido nada con casi 30.000 muertos sobre la mesa. El Gobierno se reúne con las comunidades autónomas como si se tratase del ejército de Pancho Villa, un monstruo de 17 cabezas. Echo de menos, para tranquilidad nuestra, una foto de familia y declaraciones calcadas que demuestren que hay unidad de acción y responsabilidad compartida para frenar al bicho. Pero, al contrario, lo común es escuchar discursos huecos en los que se nada y se guarda la ropa. Ni con un millón de muertos los políticos dejarán de mirarse el ombligo y pensar en otra cosa que no sea en las urnas y la toma o el mantenimiento del poder. La gente lo que quiere es que de un lado a otro se piense en salvar vidas, mejorar la Sanidad y la Educación, recuperar la economía cuando sea posible y rescatar a los que se ahogan, que no es momento de pasarelas de exhibición.

No hemos aprendido nada. La culpa de todo la sigue teniendo la izquierda. O la derecha. Qué mas da. Si el poeta resurgiera se encontraría un país, un mundo, herido y dividido hasta cuando de morir o vivir se trata. Y se estremecería ante un millón de cadáveres o más. Como ayer.

No hemos aprendido nada.

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