Para inmunizar al 80% de su población

'Todo al rojo': Marruecos se la juega con la diplomacia de la vacuna de China

En el otro lado de la frontera el 'enemigo' se llama Rusia. Suministrará a Argelia los fármacos para salir de una crisis que apenas golpea el norte de África: una zona en la que chinos y rusos luchan por posicionarse.

EFE
'Todo al rojo': Marruecos se la juega con la diplomacia de la vacuna de China
Agencia EFE | EFE

Son pocas las cosas que se saben sobre la pandemia en el vecino del sur. El Ministerio de Sanidad marroquí estima que la cifra total de contagios no llega al medio millón de ciudadanos. Esta cifra contrasta con los dos millones de España o los más de dos millones y medio de Francia o Reino Unido, pero también difieren notablemente de los apenas 100.000 casos reportados por Argelia, en lo que parece estar convirtiéndose en una competición entre dos enemigos íntimos para ver quien cuenta con menos afectados.

Desgraciadamente, las cifras de fallecimientos también son envidiables: apenas 7.500 decesos atribuibles al virus desde el inicio de la pandemia. Son datos que contraponen la transparencia con el control de los medios, una práctica que, desde luego, en el norte de África, no se mide de la misma manera que lo hace en Madrid, Londres o París.

Sin embargo, probablemente para dar un golpe de efecto ante su opinión pública, el reino alauita ha anunciado la puesta en marcha de un plan llamado a convertirse en la punta de lanza de la lucha marroquí contra el coronavirus. La aspiración de Marruecos de librarse del virus pasa por inmunizar al 80% de su población. Eso suma más de 25 millones de personas que tendrán que ser vacunadas en apenas unos meses.

Para llegar a este propósito la mirada de Rabat siempre ha estado puesta en un lejano socio: China. Después de probar durante unos meses una de las vacunas fabricadas por Sinopharm, la farmacéutica estatal china, Rabat aspira a comercializar la que sería la primera vacuna asiática en el norte de África para el uso generalizado por parte de la población.

Las cifras de eficacia chinas distan mucho de las europeas. Si las célebres Moderna o Pfizer alcanzan cotas cercanas el 95%, la variante china apenas llega al 79%, pero esto no supone obstáculo alguno para las autoridades de Rabat, que desean abrazar lo antes posible la panacea que les libre de todos los males y supongan un punto y final en la lucha contra la pandemia (amén de un golpe de mano político frente a la oposición interna).

Las dudas occidentales sobre la vacuna china tampoco asustan en modo alguno a las autoridades sanitarias marroquíes. Sinopharm no ha presentado ningún desglose de los resultados de las pruebas efectuadas hasta el momento. Si se conoce que al menos 600 voluntarios marroquíes se convirtieron en conejillos de indias de los chinos, sin que se sepa hasta el momento el grado de efectividad que ha alcanzado en este grupo los experimentos médicos.

La ‘diplomacia de las vacunas’ ha entrado en el panorama geopolítico mundial arrasando antiguos consensos y alianzas internacionales. Para Bouchra Medda, el director de medicamentos del ministerio de sanidad de Marruecos, la cuestión radica en la fiabilidad del método chino. A juicio del experto, es preferible la vacuna china debido a su “convencionalidad”, es decir, su base científica, que se basa en inocular una muestra debilitada del virus. Esto proporciona al sistema inmunitario humano la ventaja necesaria para producir anticuerpos capaces de neutralizar la enfermedad, mientras que las variantes occidentales optan por una variación genética del virus. En este sentido, en declaraciones para The Guardian, la máxima autoridad sanitaria del país considera que “este tipo de vacuna inactivada ha sido utilizada por la humanidad durante años, para la gripe y otras enfermedades. Tiene un método de producción bien conocido y establecido, que nos pareció extremadamente reconfortante”.

Sin embargo, este confort que parece ofrecer se desvanece desde el mismo momento en que, para asegurar el éxito de la operación, los marroquíes han optado por adquirir también la vacuna británica de Oxford - Astrazeneca, sin definir exactamente de cuántas partidas podríamos estar hablando. A diferencia de lo que ocurre con la vacuna británica, la partida china alcanzará las 65 millones de dosis, dos veces la población marroquí, en un intento de disipar las dudas científicas surgidas en el seno de la comunidad científica internacional, que cuestiona los resultados alcanzados por los chinos.

En una primera fase, la vacuna se administrará al personal médico, a las autoridades, servicios de seguridad, personal dedicado al sector de la educación y personas vulnerables. El programa marroquí incluye además el seguimiento de las personas que puedan vacunarse, con el objetivo de limitar los posibles efectos perniciosos de una vacuna que no funcione o no se adecue al objetivo fijado por las mismas autoridades.

Rabat no deja lugar para la duda en su apuesta por el rojo chino. Pese a que las primeras unidades de la vacuna procederán directamente de este país, las intenciones del Gobierno alauita no son otras que producir localmente las dosis necesarias para alcanzar el objetivo del 80% de la población vacunada. Aun por diseñar su construcción, Rabat desea contar con una planta de fabricación propia que le permita reducir la dependencia logística, siempre en caso de que la vacuna de Pekín sea un éxito y las existencias o pedidos con los que China desea ‘inundar’ de su cura los mercados de los países emergentes funcionen.

Marruecos no es ajena al caos en que se está convirtiendo la gestión de la pandemia a nivel mundial. El 31 de diciembre, la agencia farmacéutica china anunció que había aprobado la vacuna Sinopharm Beijing, una de las dos variantes con las que los laboratorios chinos desean inaugurar el 2021. Sin embargo, la adquirida por Marruecos es la Sinopharm Wuhan, de la que aun no se conoce ni su efectividad real, ni su poder de combate contra la nueva variante británica que está golpeando con fuerza el continente europeo.

El descontento de Marruecos es latente 

El descontento en Marruecos es latente. Dentro de las posibilidades de protesta, en un régimen en que la monarquía autoritaria juega un papel fundamental, la población está acudiendo a las redes sociales para reflejar su descontento con la situación. Las críticas se centran, en primer lugar, por la inconveniencia de adquirir una vacuna precisamente del epicentro de la catástrofe. Una duda más moral que técnica, ya que precisamente Wuhan cuenta con uno de los laboratorios chinos de referencia en la investigación epidemiológica. La crítica más fundamentada se basa en el carácter obligatorio de la vacunación, en un territorio en el que el Estado se las ve y desea para hacerse presente en un terreno tan fragmentado como el marroquí y en el que será complicado que la vacuna pueda llegar “hasta el último rincón” del país alauita.

En el otro lado de la frontera, y nunca mejor dicho, el enemigo se llama Rusia

Al igual que ocurre en otros muchos países de Occidente, los esfuerzos del Gobierno se centran en explicar que la vacuna no será obligatoria, pero sí gratuita, tratando de llevarse a su terreno a una población cada vez más escéptica.

En el otro lado de la frontera, y nunca mejor dicho, el enemigo se llama Rusia, que es el país que suministrará a Argelia las vacunas necesarias para salir de una crisis que apenas ha golpeado, en comparación con Europa, el norte de África: una zona en la que chinos y rusos luchan por posicionarse como la potencia salvadora que no deja tirados a sus aliados.

Mientras, en algún lejano despacho bruselense todavía están preguntándose por el alcance de la nueva diplomacia: aquella capaz de ofrecer a un país lo que necesita, independientemente de la distancia que separe dos capitales o el interés que esté detrás de un simple gesto humanitario.

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