Más intervencionista que en España

La larga historia de nacionalizaciones en Francia: todos los éxitos y fracasos

La idea del estado como promotor de empresas tiene su origen en el 'colbertismo', una doctrina económica en la que el estado promueve la creación de compañías públicas y las protege de la competencia. 

El presidente francés Emmanuel Macron pronuncia un discurso durante una rueda de prensa sobre la asunción de Francia a la presidencia de la UE, en París, Francia
La larga historia de nacionalizaciones en Francia: todos los éxitos y fracasos. 
EFE

Los partidarios de lo público celebraron que el presidente de Francia Emmanuel Macron anunciase mediante su ministra de Economía que iba a nacionalizar EDF (Électricité de France), la mayor productora de energía eléctrica del país. Era una victoria de lo público sobre lo privado. Del estado protector frente a capitalismo especulador. "Tendremos que recuperar el control del capital de varios actores industriales", dijo Macron. "Sobre algunas de las actividades más soberanas, el Estado debe recuperar capitales, lo que significa una reforma más amplia del primer productor de electricidad francés".

La decisión de Macron demostraba que a los franceses no les temblaba el pulso frente al gran capital, especialmente ahora cuando se está atravesando una crisis energética mundial. Los partidarios de lo público en España Insinuaban que algo así se podría hacer con las empresas estratégicas españolas, como alguna vez anunció Pablo Iglesias. Un fantasma volvía a recorrer el mundo. Pero la verdad es que el estado francés ya tenía el 83% de EDF. De hecho, el estado francés es accionista en grandes compañías cotizadas como Air France, Orange, Renault, PSA (Peugeot-Citroën), Areva (centrales nucleares), Airbus, Thales, Safran, Eiffage (construcción)… Son compañías que ganan dinero y que resultan más o menos rentables para los accionistas. También el estado francés es dueño de empresas no cotizadas como La Poste (Correos), SNCF (la Renfe francesa), DCNS, FDJ, RATP (transportes de París), aeropuertos, puertos, BPI (la Banque Públique d’Investissement), Giat Nexter, Semmaris, etc. El brazo industrial del estado es la Agencia de Participaciones del Estado (APE), y el financiero es el Banco Público de Inversiones (BPI).

Si se compara España con Francia, la verdad es que el Estado francés ha sido en los últimos 40 años más intervencionista que el español. Ha estado en la fundación de las grandes empresas francesas, o sencillamente las ha nacionalizado. Para no ir muy lejos, en los años ochenta, el gobierno socialista de François Miterrand nacionalizó CGE, Péchiney, Rhône-Poulenc, Saint Gobain y Thomson; los gigantes del acero Usinor y Sacilor; las empresas informáticas Bull e ITT-Francia; y el laboratorio farmacéutico Roussel-UCLAF; los fabricantes de defensa Dassault-Bréguet y Matra; sin olvidar los treinta y seis bancos más grandes del país. 

Esas nacionalizaciones formaron parte de un ambicioso plan llamado 'Las 110 propuestas' que les costaron a los contribuyentes 58.000 millones de francos. El resultado fue negativo. "El incremento en el gasto público que requerían gran parte de las medidas a aplicar por el Gobierno francés, la inflación que sobrevino como consecuencia de ese aumento, el aumento del paro y la inestabilidad cambiaria –con frecuentes ataques al franco desde el exterior– que obligó a realizar hasta tres devaluaciones del franco, provocaron que desde el Eliseo François Mitterrand comenzara a escuchar las distintas opiniones de sus colaboradores más cercanos", dice un artículo del periodista Lartaun de Azumendi para BBVA. Pocos años después, el gobierno de Miterrand comenzó a dar marcha atrás. Muchas de ellas volvieron a manos privadas con los gobiernos posteriores de Chirac, Balladur y Juppé. A Felipe González le sirvió para saber qué es lo que no tenía que hacer.

La historia de las nacionalizaciones en Francia es más antigua. A finales de la Segunda Guerra Mundial, el presidente Charles De Gaulle fue una máquina de nacionalizaciones. "Con la economía de Francia en ruinas al final de la Segunda Guerra Mundial, devastada por las requisas alemanas y los bombardeos aliados, el gobierno provisional posterior a la Liberación dirigido por Charles De Gaulle, con un amplio apoyo en todo el espectro político, lanzó una ola de nacionalizaciones para dirigir el esfuerzo de reconstrucción", dice un artículo de 'Dissent Magazine' escrito por Paul Cohen. Entre 1944 y 1946, afirma Cohen, el estado tomó el control de los negocios de energía, transporte y finanzas. 

Las empresas privadas de carbón se reorganizaron en el gigante minero público Charbonnages de France; los productores de gas y electricidad también fueron nacionalizados para crear Électricité de France y Gaz de France. El estado absorbió Air France. El modelo nacionalizador le funcionó porque además contaba con el apoyo financiero del Plan Marshall y se trataba de levantar una economía deñada por la guerra. "Saliendo de un problema inmenso, lo esencial, ante todo, es volver a poner el país a trabajar", dijo De Gaulle.

También nacionalizó las once compañías de seguros más grandes del país, junto con Banque de France y los cuatro bancos comerciales más grandes (incluidos Crédit Lyonnais, Société Générale y lo que luego se convertiría en BNP). "Debido a que no era parte de un plan más amplio para reorganizar la industria automotriz de Francia, la nacionalización de Renault fue un caso especial (Peugeot y Citroën quedaron intactos). Poco después de que el fundador y propietario de la empresa, Louis Renault, muriera en prisión (en circunstancias misteriosas) mientras esperaba el juicio por producir camiones para la Wehrmacht durante la ocupación, el gobierno confiscó la empresa".

El problema no es nacionalizar o no nacionalizar, sino hacerlo en el momento oportuno

Así fue como se creó un estado gigante: en 1946 el estado controlaba "el 98% de la producción de carbón, el 95% de la electricidad, el 58% del sector bancario, el 38% de la producción de automóviles y el 15% del PIB total". Con un sistema muy estalinista el gobierno administró empresas públicas y redactó planes quinquenales para dar forma al desarrollo económico a largo plazo. Jean Monnet, uno de los futuros padres de la Unión Europea, fue el primer director del Comisariado General de Planificación. Si se mueven las manecillas del reloj aún más atrás, se comprueba que en los años treinta ya había cometido varias nacionalizaciones. Se trató de presidente Albert Lebrun, que en 1936 nacionalizó las industrias relacionadas con la guerra.

En España, gran parte de las grandes empresas de ahora, nacieron como empresas públicas en tiempos de Primo de Rivera en los años veinte: Iberia, Repsol, que es la vieja Campsa, al igual que Telefónica y Casa (Construcciones Aeronáutica), integrada en Airbus. Luego, en tiempos de Franco, se crearon grandes empresas nacionales por decreto como Endesa, Bazán, Seat, Hunosa, Enagás, Encaso, Enusa (uranio), Encasur, Ensidesa, Enfersa, Inespal, Sidenor, la Empresa Nacional Elcano… Algunas de ellas siguen en manos del estado español, o como Endesa, en manos del estado italiano. Otras fueron privatizadas.

Si se busca en la historia los orígenes de la idea del estado como promotor de grandes proyectos empresariales, Francia destacó en el siglo XVII en el reinado de Luis XIV. Su ministro de Economía y Hacienda Jean Baptiste Colbert, se hizo tan influyente que se llama 'colbertismo' a una doctrina económica por la cual el estado promueve la creación de poderosas empresas públicas, y a la vez las protege de competidores internacionales mediante impuestos. Con Colbert se creó la Compañía Francesa de Indias Orientales. Impulsó las manufacturas reales de tapices, de muebles, de cristales, cerámicas, tabaco, armamento… Grandes empresas francesas de hoy son herederas de aquellas compañías reales como Saint Gobain (vidrio y espejos), Balsan y Baccarat (cristales). La influencia del estado en la creación de empresas modernas públicas como los ferrocarriles SNCF, Ariane Espace, Airbus, France Telecom y Airbus ha sido definido como 'colbertismo high tech'.

En España, gran parte de las grandes empresas de ahora, nacieron como empresas públicas en tiempos de Primo de Rivera en los años veinte

Las Reales Fábricas creadas en España en tiempos de Felipe V (siglo XVIII) tomaron como modelo a las manufacturas francesas de Luis XIV, su tío. Así nacieron la real fábrica de Tapices de Santa Bárbara, la Real Fábrica de Cristales de la Granja, y en tiempos de Carlos III la Real Fábrica de Tabaco y Rape, la Real Fábrica de Aguardientes y Naipes, la Real Fábrica de Salitre (para fabricar pólvora), la Real Fábrica de Cera, la Real Fábrica de Porcelana del Buen Retiro y la Real Fábrica de Relojes.

Para los partidarios radicales de la libre empresa, en España y en el mundo, la palabra 'nacionalizar' suena a intervención manipuladora y al anuncio de la ruina económica. No dejan de tener razón porque a muchos esa palabra les recuerda el "¡Exprópiese!" de Hugo Chávez en 2010, a partir del cual empezó la voladura controlada de la economía venezolana. Pero deberían recordar que tras la crisis de 2008, los modelos de la economía de mercado como Estados Unidos o Gran Bretaña comenzaron una oleada de nacionalizaciones en serie para evitar el derrumbe económico y el pánico. Bancos, empresas automovilísticas, seguros… Muchas empresas fueron tomadas por el estado en esos países. Y en España, una de las instituciones más poderosas, Bankia, tuvo que ser intervenida en 2012 por el Estado para evitar el pánico y la retirada de depósitos. Fue una decisión de un gobierno liberal y de derechas. Al final, el problema no es nacionalizar o no nacionalizar sino hacerlo en el momento oportuno, y saber cuándo hay que salirse.

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