Desde el estallido del Maine

Cuba llega al colapso social tras sesenta años de crisis sistémicas continuadas

Los economistas cubanos aseguran que el Gobierno actual podría haber gestionado mejor una crisis influida claramente por razones económicas e ideológicas para la que no se encuentra una salida válida.

Calle de Cuba
Imagen de una calle de Cuba.
EFE

La sociedad cubana ha dicho basta tras sesenta años de castrismo que son la historia de muchas crisis sistémicas y económicas enlazadas una con otra y que son el santo y seña de la historia reciente de este país, después de que el estallido del Maine expulsara la dominación de los españoles, en 1898, y que Castro sacara a los americanos de La Habana seis décadas después. Tras el abandono de los soviéticos y los venezolanos, también agobiados por sus crisis propias, y el bloqueo de EEUU, el sistema ha caído en una espiral de emigración y colapso social que amenaza con eliminar las más mínimas bases de recuperación para la isla. 

Dice la historia que España llegó a rechazar 1897 dos ofertas de compra por la isla de Cuba -ambas promovidas por el gobierno de Estados Unidos- basándose en una errónea apreciación geoestratégica y sin ponderar los costes que se podrían derivar de tal negativa. Los Mambises –destacamentos insurgentes de corte independentista financiados por los norteamericanos-, daban mucho que hacer y la alerta era constante. La amenaza que se cernía en principio indetectable y que no pudo ser considerada militarmente dentro de la ecuación del momento, cobraba vida paulatinamente en forma de incendiarias soflamas contra España originadas por la primera prensa amarilla de la historia conocida, propiedad de dos magnates que controlaban a su vez sendas cadenas de periódicos entre los que destacaban dos diarios de gran tirada e influencia, el 'New York World' de Joseph Pulitzer y el 'New York Journal', propiedad a su vez de William Randolph Hearst.

La brutal deflagración del acorazado Maine, que se llevó por delante a más de 255 marinos, fue el inicio del desastre de 1898 para España. Hoy es sabido por la mayoría de los expertos -incluidos los propios norteamericanos- que lo acontecido había sido un accidente, aunque las investigaciones de entonces descartaron estas conclusiones. Era una forma de ocultar la evidente negligencia de los mandos del Maine y de paso, agitar a la opinión pública para que los intereses de la potencia emergente arramplaran con la fértil producción hortofrutícola de la isla y con otros cultivos extensivos además de hacerse fuertes internacionalmente a costa de una España debilitada. Era la guerra. 

El objetivo de los norteamericanos no fue tanto liberar a Cuba de los españoles y sus “atropellos”, como abrir un camino de comercio por el que entrasen los inversionistas en la industria del tabaco y la minería, para hacerse con Cuba entera. El primer día de 1899, Estados Unidos tomo posesión de la isla, amparado por el Tratado de París de 1898, siendo John R. Brooke el Primer Gobernador militar. En 1902 se celebraron elecciones, en las que triunfó Tomás Estrada y puso final a la primera ocupación militar. Durante los siguientes cincuenta años pasaron una veintena de presidentes de distinta tinta política hasta que enero del 1959 se acepta por parte de EEUU la caída de Fulgencio Batista con la entrada triunfal de Fidel Castro en la Habana, un hecho que, a priori, produjo la imperativa necesidad de conciliar la 'Revolución Cubana' de los “barbudos” con los intereses norteamericanos en la isla.

En esta mitad de siglo XX, Cuba pasaba por una grave crisis en su motor económico, la caída de la demanda azucarera se sumaba a una importante crisis social. Con un índice de mortalidad infantil en 1958 de un 6%, el analfabetismo era superior al 30% y la falta de una casa familiar dejaba a los ciudadanos en la más absoluta indefensión. La reforma agraria no se hizo esperar a la vez que se comenzó con el proceso la nacionalización de las grandes compañías norteamericanas. Estados Unidos no tardó en retirar su tutela a Cuba (ininterrumpida desde el hundimiento del Maine). El general Eisenhower en enero de 1961 rompía las relaciones con la isla motivado por la reducción del personal diplomático estadounidense en la embajada de la Habana y sobre todo por el acercamiento de Castro a la Unión Soviética y su radicalización durante la guerra fría.

Eisenhower reaccionó a este desalojo masivo imponiendo un embargo a todas las exportaciones estadounidenses a la isla. Castro por su parte impone aranceles a los productos norteamericanos y nace “Cuba si, Yanquis no”, de tal forma que irremediablemente los acontecimientos posteriores determinarían el colapso, quedando así servida la quiebra técnica del país.

La esperanza de Obama

Durante el mandato de Obama se hicieron intentos de acercamiento por ambas partes. Raúl Castro aseguraba que el bloqueo comercial, económico y financiero debería terminar y Obama apostaba por una política de compromiso con la isla como el método indudablemente más eficaz para ambas partes. Los economistas cubanos aseguran que el Gobierno podría haber gestionado mejor la crisis influida claramente por razones económicas e ideológicas, reafirma el reconocido economista cubano Carmelo Mesa-Lago, profesor emérito de Economía y Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Pittsburgh. “Este estallido social ocurrido en Cuba no está solo motivado por razones económicas, aunque estas ocupan un lugar muy importante” (la contracción del PIB fue del 11,3% en 2020). Mientras 'The Economist Intelligence Unit' ha estimado un decrecimiento de la industria de un 11,2% y de la agricultura en 12%.

Hace años que profesionales de la economía, sociólogos y campesinos cubanos vienen pidiendo al gobierno la adopción de medidas democratizadoras en el sistema de cara a la apertura y liberalización del mercado para que el inmovilismo de un sistema centralizado comience a destrabar la producción y la libre circulación de productos.

Embargos, bloqueos, política de sanciones, intervencionismo… una población con un 20% mayores de 60 años. Los jóvenes salen de la isla en torno a 16.000 por año y eso siempre es una derrota para cualquier gobierno (las crisis sistémicas que vive Cuba década tras década, han dejado la Isla Caribeña al borde del precipicio). Es evidente que no se pueden repetir otros 60 años igual y que Cuba sufre el colapso económico de su antiguo proveedor, la Unión Soviética, y de Venezuela actualmente, junto al bloqueo norteamericano y su propio hundimiento como sistema. Sin duda, algo no funciona y requiere un cambio profundo en el tejido y gestión de las relacionales político-económicas. 

Basta hablar con los pocos economistas e historiadores de la disidencia para entender que ha regresado la crispación y la necesidad de dignidad como ocurrió en 1994 con el “maleconazo”. Muertos los Castro, los cubanos están huérfanos y aumenta su capacidad individual para clamar libremente al mundo sus necesidades como ciudadanos. A pesar del bloqueo de las comunicaciones, las antenas wifi funcionan desde 2015 y la tecnología 3G llega a los móviles. Va a ser difícil callar el mensaje de los ciudadanos a pesar de la red de fuerzas de seguridad, como comités vecinales o acosadores a sueldo. Con la frase “los cubanos ya no tenemos miedo”, Cuba ha iniciado un recorrido que podría traerles de vuelta alguna rendición de cuentas a sus gobernantes.

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