Una salida para miles de artistas

Del porno a los conciertos en streaming: OnlyFans se reinventa en la cultura

La app, popularizada durante el confinamiento, se ha terminado por convertir en todo un referente para autores y bandas que no han podido actuar en directo en 2020.

La cantante Rosalía ofrece en Madrid su primer concierto en el WiZink Center y el último en España de su actual gira. /EFE/ Juanjo Martin
Rosalía ofrece en Madrid su primer concierto en el WiZink Center y el último en España de su actual gira.

Desde una profunda bonhomía digna de Rousseau, uno podría pensar que la aparición de una aplicación como OnlyFans no tendría por qué estar asociada a una conducta perniciosa: simplemente permite ofrecer vídeos a cambio del dinero de tus 'fans'. Si eso deriva en que la industria del porno se traslade de la web a los clips eróticos durante el confinamiento, nunca se podría achacar a la naturaleza del servicio. Igual que sucede con un cuchillo, capaz de trocear la comida o de matar a un ser humano, OnlyFans no es malo en sí mismo; el problema es que en la sociedad actual era complicado darle otra salida más allá del contenido subido de tono. ¿O no?

Pues por mucho que les moleste a los defensores del canis canem edit, si algo ha demostrado la pandemia es que el hombre es capaz de transformar una herramienta potencialmente peligrosa (solo hace falta tener un teléfono móvil y acceso a una tarjeta de crédito, incluida la de tus padres) en un referente cultural. Y el caso de OnlyFans es paradigmático: en una era en la que los gurús tecnológicos se suelen desentender de las consecuencias legales o morales de sus creaciones (véase Facebook y el caso de Cambridge Analytica), es fácil pensar que a los responsables de OnlyFans les da exactamente igual hacer caja con sesiones eróticas que con recetas de cocina en directo. Por suerte, no es así.

Desde que comenzara la pandemia, uno de los sectores más afectados ha sido el de la música en directo, un gremio que incluye a miles de trabajadores delante y detrás del escenario: al margen del cantante o grupo en cuestión, una de las grandes reivindicaciones del sector es el reconocimiento de derechos laborales concretos y la creación de una categoría profesional para todo aquel que participe de la industria del espectáculo en directo, tal y como llevan denunciando desde hace meses actores como la Federación de la Música en España (EsMúsica) o nombres ilustres como Manolo García o Nach, que hace unos días exponían el problema en 'Late Motiv', en una charla con Andreu Buenafuente.

Es un círculo vicioso: sin música en directo, los artistas, las caras más reconocibles para el gran público, se quedan sin unos ingresos que, entre otras cosas, sirven para pagar a músicos, montadores, cargadores, iluminadores, cámaras, encargados de efectos, conductores... y un sinfín de personas que viven de la música. Y, en plena pandemia, con los conciertos y festivales pospuestos indefinidamente, se quedan sin otra fuente de ingresos. Por eso, muchos artistas en todo el mundo empezaron desde el confinamiento a abrirse cuentas en OnlyFans para ofrecer conciertos en streaming: por un lado, sirve para recuperar parte de esos ingresos perdidos; por otro, permite a los fans disfrutar de música en directo.

Y no solo en España. Porque aunque en nuestro país se haya creado una corriente paralela de personajes famosos que lo utilizan para dar clases de yoga, de póker o directamente vídeos subidos de tono, OnlyFans se ha encargado en los últimos meses de promocionar su faceta cultural, consciente de su fuerza para conectar con un público más joven y dispuesto a pagar por contenidos culturales: "Durante la pandemia del coronavirus, las artes han sido un salvavidas para muchos. Pero con los conciertos, obras de teatro y todo tipo de eventos en vivo eliminados de la mesa, si tus ingresos dependen de las artes escénicas, es posible que estés pasando un mal momento".

Por eso, desde hace unos meses OnlyFans asesora a quienes desean ofrecer música o teatro en directo, para que controle cada aspecto posible: desde el precio mínimo para visualizar un contenido hasta la posibilidad de hacer actuaciones conjuntas con otros artistas, cada uno en su casa. Algo especialmente utilizado durante el confinamiento estricto, por cierto. Sea como fuere, el principal reclamo es el de ser uno de los pocos escenarios abiertos durante la crisis del coronavirus y, por eso, un canal más para monetizar los contenidos. Unos conceptos, aceptémoslo, algo extraños para los músicos. Pero tal vez no les quede más remedio que hacerse a ellos, al menos mientras dure la pandemia.

El modelo es similar al que han seguido los grandes teatros de Londres en los últimos meses, aunque en el caso de algunos como el National Theatre se empezó optando por un modelo de donación (con representaciones gratis y en directo en Youtube) a uno de pay per view, a unas 13 libras el visionado en streaming. Quizás, la mayor diferencia con España es que el público británico, acostumbrado a pagar por la cultura en todas sus variantes, ha aceptado de buena gana pagar incluso más (habida cuenta de que no es un espectáculo en directo como tal) para preservar al teatro y a todos los que lo hacen posible. Cabe preguntarse qué pasaría en España si un artista pidiese 15 euros por cabeza por ver un concierto musical en streaming.

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