De profesión, detective de falsificaciones en la mayor casa de subastas del mundo

  • Con la ayuda de una tecnología de reconocimiento visual y de pigmentación, un exforense del FBI es el actual garante de autenticidad en Sotheby's.
James Martin / Shoteby´s
James Martin / Shoteby´s

Aunque su propósito no era lucrarse, cuando Cecilia Giménez 'restauró' el Cristo de Borja (Zaragoza) en 2012 lo último que esperaba era que alguien advirtiese las diferencias entre el original y su deconstrucción artística. El resultado, mundialmente conocido, alteró tanto el Ecce Homo de Elías García Martínez que el Ayuntamiento jamás se atrevió a acometer ningún proceso para devolverlo a su estado original y, de hecho, actualmente se ha convertido en uno de los atractivos turísticos de la zona, así como en una fuente inagotable de ingresos para la localidad. Sin embargo, existen falsificaciones más trabajadas que, además, sirven para vender simples imitaciones como millonarias obras de arte.

El problema se ha agrandado en los últimos años. Tal y como recoge este reportaje de The Guardian, el negocio del arte ha incrementado su volumen en más de un 4.300% en los últimos 30 años: si en 1985 la Adoración de los Magos de Mantegna suponía la mayor venta de una obra de la historia, por 11,8 millones de euros, en 2017 era el Salvator Mundi de Leonardo da Vinci el que batía el anterior récord y fijaba el actual en nada menos que 514 millones de euros.

Falsificaciones más lucrativas y más difíciles de detectar

Quizás por eso las falsificaciones sigan suponiendo un negocio tremendamente lucrativo en la actualidad. De hecho, cuentan con una tecnología mucho más avanzada que hace tres décadas, hasta el punto de que la Interpol cuenta con un departamento específico tanto para los robos de obras de arte como para perseguir falsificaciones. Algo que también ha llevado a museos y coleccionistas a contar con especialistas en falsificaciones, una suerte de detectives capaces de rastrear hasta el más mínimo indicio de copia.

Incluso algunas casas de subastas de reputación mundial, como Sotheby's, incluyen una cláusula en cada venta que permite al comprador obtener un reembolso total en el caso de que su adquisición sea declarada falsa durante los cinco años posteriores a su compra. De hecho, desde hace un par de años cuenta con una tecnología puntera para registrar y analizar todas las obras que pasan por sus almacenes: Orion Analytical, un sistema de cámaras y rayos X capaz de comparar obra con su base de datos para encontrar falsificaciones.

Uno de los dispositivos que utiliza Orion Analytical.
Uno de los dispositivos que utiliza Orion Analytical.

Su creador, James Martin -un exforense del FBI especializado en falsificaciones de obras de arte- fue contactado por Sotheby's por primera vez en 2016 para que analizase en su laboratorio dos obras bajo sospecha: un retrato de un noble presuntamente pintado por Frans Hals vendido en 2011 por 9,7 millones de euros y un óleo titulado Saint Jerome, de Parmigianino, vendido por 932.000 euros un año después. Tras declararlas falsas -ambas contenían pigmentos sintéticos imposibles de encontrar en la época en la que vivieron sus autores-, Martin y su Orion Analytical se incorporaron de manera permanente a la casa de subastas.

Miles de millones en juego

Sólo el año pasado, Sotheby's subastó obras de arte, de joyería y viviendas por valor de 6.280 millones de euros. Sin embargo, se trata sólo de uno de los puntos de venta del mercado artístico mundial, que mueve anualmente miles de millones de euros. Por eso, la figura del conservador clásico, más cercano al anticuario, empieza a estar desfasada. La alternativa es la nueva generación de detectives con menos formación artística y más medios para destapar los fraudes: en 2017, Martin analizó obras con un valor total de unos 100 millones de euros.

Sus casos, cada vez más complejos por la sofisticación de la técnica y la tecnología disponible, sólo pueden resolverse con una tecnología superior: en los últimos años han proliferado falsificaciones de muy determinados autores; por ejemplo, estadísticamente las obras de Da Vinci son menos atractivas que las de Modigliani, simple y llanamente porque su técnica es más exquisita y difícil de imitar.

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