Lejos de los ODS

Sin vacuna para la Tierra: el coronavirus no frena el avance del cambio climático

El confinamiento llevó a una gran reducción de emisiones de CO2 en los primeros meses de la pandemia; ahora, el planeta vuelve a sufrir los efectos de la acción humana.

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Sin vacuna para la Tierra: el coronavirus no frena el avance del cambio climático.
EP

Cuando todos vimos las fotografías de los satélites de la Agencia Espacial Europea el pasado marzo, se abrió un resquicio de esperanza: parece que es posible, esta vez sí tenemos la evidencia necesaria para cambiar el modelo productivo global y hacerlo más sostenible. El confinamiento en todo el mundo había frenado las emisiones hasta tal punto que aquellas imágenes eran la radiografía de los pulmones del Tierra en pleno proceso de limpieza. Pero fue un espejismo. La inversión global contra el cambio climático se ha estancado y sus efectos vuelven a notarse: desde el preocupante deshielo en Alaska a la subida del nivel del mar que ha puesto en jaque a algunas islas del Pacífico este mismo mes.

En general, el nivel de emisiones de CO2 durante 2020 ha disminuido: en el primer trimestre, cuando el coronavirus empezó a llegar a otras regiones del mundo al margen de China, se redujeron un un 5%; en el segundo trimestre, el del confinamiento más estricto, propició que las emisiones globales decayesen más de un 20%. Pero, aún así, los mejores pronósticos vaticinan una reducción de apenas el 7% a finales de 2020. Es cierto que se trata de la mayor caída de la historia desde que se tienen registros, especialmente gracias a que países de todo el mundo han impuesto severas restricciones de movimientos para frenar la propagación de la pandemia. Pero, ¿es suficiente?

En 2020, las emisiones globales se han reducido en unas 2.400 millones de toneladas, rompiendo récords anteriores de caídas anuales, como 900 millones de toneladas menos registradas al final de la Segunda Guerra Mundial o los 500 millones de toneladas menos en 2009, justo después de que estallara la crisis financiera mundial, según el Global Carbon Project (GCP). Los investigadores explican que las emisiones han bajado principalmente porque más personas se han quedado en casa y han viajado menos en coche o avión este año.

Porque el transporte representa la mayor parte de la disminución mundial en 2020 de las emisiones de dióxido de carbono, el principal gas de efecto invernadero producido por el hombre. En este sentido, el informe anual del GCP señala que las emisiones del transporte por carretera cayeron aproximadamente a la mitad en abril, cuando la primera ola del coronavirus estaba en su punto máximo. Para diciembre, habían retrocedido un 10% interanual. La actividad industrial también se ha reducido un 30% en algunos países debido a las estrictas medidas de control sanitario.

Lejos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible para 2030

En este sentido, Estados Unidos y la Unión Europea registraron la reducción de emisiones más pronunciada, con un 12% y un 11% respectivamente. Sin embargo, hay un dato preocupante: China, que en los primeros meses del año reducía drásticamente sus emisiones, ha visto caer sus emisiones tan solo un 1,7% a finales de 2020, a medida que el país ha ido impulsando su recuperación económica tras controlar el avance de la pandemia. El dato, que evidencia una vez más la correlación entre las restricciones a la movilidad y la disminución de las emisiones, también hace saltar las alarmas. ¿Significa que, cuando superemos la pandemia, volveremos a los niveles previos a la crisis?

Si es así, estaremos muy lejos de los objetivos fijados en 2015 en los Acuerdos de París. Ni siquiera la salida de Donald Trump de la Casa Blanca y el reto de Joe Biden de reintroducir a EEUU en el tratado podrían ser suficientes. Según el acuerdo climático, se necesitan recortes de emisiones de entre 1.000 y 2.000 millones de toneladas al año durante esta década para evitar que la temperatura global suba por encima de los 2 grados centígrados a final de siglo. Teniendo en cuenta que en 2020 se han reducido en 2.400 millones de toneladas, podemos concluir que este año simplemente hemos superado ligeramente el objetivo fijado. 

De hecho, las estimaciones de los Objetivos de Desarrollo Sostenible fijados por la ONU señalan que las emisiones deberían caer un 7,6% anual para 2030 para alcanzar el límite de temperatura más ambicioso, de 1,5 grados centígrados. Y, ni siquiera con las restricciones provocadas por la pandemia, hemos conseguido llegar a esos niveles. Menos aún a los que se fijó la Comisión Europea el pasado septiembre, de elevar esa reducción de emisiones en 2030 hasta el 55% respecto a los niveles de 1990. Porque, aunque la UE empezará a valorar propuestas concretas a partir de enero en este sentido, parece evidente que, si 2021 es el año de la vuelta a la normalidad económica y social, será casi imposible cumplir con ese objetivo.

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