Adiós, jornada de ocho horas: trabajar menos es una cuestión de vida o muerte

  • El trabajo extra no remunerado está a la orden del día, y es la norma en numerosas ocupaciones, pero no es bueno para nadie, tampoco para las empresas
Trabajar más de ocho horas es la norma en muchas profesiones / Pixabay
Trabajar más de ocho horas es la norma en muchas profesiones / Pixabay

Se acabaron los días de puente y todos volvemos a nuestra rutina de trabajo: esa jornada de ocho horas en la oficina de la que muy pocos pueden librarse. Ocho horas que siguen siendo las mismas por las que muchas personas lucharon hace ya más de un siglo y cuya reivindicación costó la vida a los cinco mártires de Chicago, por los que hoy tenemos fiesta el primero de mayo.

Más de 130 años después de la Revuelta de Haymarket, que marca esta efeméride, las condiciones laborales han mejorado, pero casi nadie se plantea ya que deberíamos trabajar menos. Como apunta en The Conversation David Spencer, profesor de Economía en la Universidad de Leeds, el tiempo que dedicamos al trabajo no ha disminuido en la sociedad. “Por el contrario, ha seguido dominando nuestras vidas, a menudo de maneras que son perjudiciales para nuestra salud y bienestar”, asegura el profesor.

Lo cierto es que el conocido como overworking, una suerte de eufemismo para referirse al trabajo extra no remunerado, está a la orden del día, y es la norma en numerosas ocupaciones, de la investigación a la abogacía pasando por el periodismo y las finanzas. Una realidad que dista mucho de lo que imaginaron pensadores como Benjamin Franklin o John Maynard Keynes que creían firmemente que la tecnología reduciría enormemente las horas que la Humanidad tendría que dedicar al trabajo.

Como señala Spencer, realmente Franklin y Keynes no estaban equivocados: hoy hay menos trabajo que hacer, el problema es que esto no ha hecho que trabajemos menos. El “presentismo” o, lo que es lo mismo, estar en el trabajo sin trabajar, no deja de aumentar, y cada vez más empleados acuden a su puesto incluso estando enfermos o están dispuestos a adelantar tarea en vacaciones.

Una ética de trabajo perniciosa

En opinión de Spencer, “la ética del trabajo puede reflejar, en el caso de algunos trabajos de la clase media, altas recompensas intrínsecas, pero también refleja las normas sociales y los imperativos que privilegian y santifican el trabajo. Y huelga decir que estas normas e imperativos satisfacen los intereses materiales de los empleadores”.

Los trabajadores, asegura además el profesor, cada vez necesitan trabajar más para ganar lo mismo, pues los salarios reales (esto es, lo que se puede comprar con los sueldos) no han dejado de disminuir en las últimas décadas en buena parte del mundo. “El sueño de Keynes de una semana de trabajo de 15 horas para 2030 suponía que los empleadores benevolentes transmitieran los aumentos de productividad obtenidos de la tecnología en forma de horas de trabajo más cortas”, explica Spencer. “No contemplaba un mundo en el que los empleadores pudieran embolsarse las ganancias, a costa de más trabajo para los empleados”.

Fotografía cadena de montaje, trabajo, producción
La tecnología nos permite ya trabajar menos.  / EFE

Hoy sobre el papel casi nadie trabaja más de 40 horas semanales, pero a muchísima gente se le pide una disponibilidad que va mucho más allá de lo que debería ser un máximo legal, una disponibilidad que es difícil de rechazar teniendo en cuenta la creciente inseguridad laboral. ¿Qué mejor manera de demostrar compromiso que asistir a un trabajo estando enfermo y trabajando durante las vacaciones?

El problema es que este falso “compromiso” no es bueno ni para los trabajadores ni para las empresas.

Una cuestión de salud

Como explica Spencer, toda la evidencia existente al respecto apunta que trabajar demasiado es malo para la salud de los trabajadores, pero también para su productividad. Los trabajadores que trabajan largas horas tienen más probabilidades de tener un ataque al corazón, sufrir un ictus o experimentar depresión. Ir a trabajar enfermo hace, además, que estés enfermo durante más tiempo, y pone en peligro a los que te rodean.

El profesor de la Universidad de Standford, Jeffrey Pfeffer, asegura que los lugares de trabajo tóxicos (aquellos en los que se trabaja más horas y se exige estar en constante tensión) son un peligro para la salud pública: sencillamente, están acortando la vida de las personas.

Por el contrario, en ambientes de trabajo más relajados (que no quiere decir más desordenados ni menos eficientes), donde los empleados emplean menos horas al día, los estudios apuntan a una mayor productividad y salud laboral.

Dada esta evidencia ¿por qué las empresas quieren que los empleados trabajen cada vez más? “Si bien los empleadores pueden beneficiarse de una menor carga de trabajo, operan dentro de un sistema que impide este objetivo”, concluye Spencer. “Trabajar menos es perjudicial para un sistema donde las ganancias importan más que la búsqueda del bienestar en el trabajo y más allá de este. Las muertes por exceso de trabajo son un subproducto necesario”.

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