Taroudant en Marruecos, un viaje en el tiempo a un destino fascinante

  • En el fértil valle del río Suss a tres horas de Marrakech y una hora de Agadir, se muestra como una pequeña ciudad mercado que en pleno Siglo XX.
Taroudant
Taroudant
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Taroudant
Muralla en Taroudant / Pixabay

No hay ningún otro destino para los españoles como el que nos ofrece nuestro vecino del sur, Marruecos. Al cruzar el estrecho, una franja de agua de sólo catorce kilómetros, el mundo se transforma y se convierte en un viaje en el tiempo, en un viaje a otra dimensión en la que los paisajes, se radicalizan y se muestran más duros; los aromas de sus mercados penetran de un modo mucho más intenso; las poblaciones se vuelven más aisladas y terrosas. En una de las últimas paradas antes de llegar al Atlas, en Taroudant, el mundo se muestra desde otra perspectiva.

En el fértil valle del río Suss a tres horas de Marrakech y una hora de Agadir, Taroudant se muestra como una pequeña ciudad mercado que en pleno Siglo XX se mantiene fortificada tal y como fue en la época en el que la ruta de las caravanas pasaba por su zoco. Unas murallas de color terroso, rojizo que rodean la ciudad mantienen intactas las nueve puertas y sus torreones que dan acceso a la medina, los jardines y las palmeras, las curtidurías, los zocos, las tiendas de artesanía heredadas de un pasado judío, las plazas en las que los hombres pasan el tiempo tomando té y hablando sobre lo divino y lo humano.

El zoco árabe es el principal mercado de la medina, una población en la que los bereberes son mayoría, los colores azules cobalto de los vestidos de las mujeres cobran un protagonismo inusitado que, junto a los anarajandos de las especies en el zoco, los rojizo de la muralla, los blancos de los encalados de alguna fachada y los verdes de las palmeras conforman una postal de una belleza y un exotismo inigualable en este lado del mundo. Para descansar y refugiarse nada como el antiguo molino, una casa de alquiler con todas las comodidades que se pueden necesitar pero con todo el encanto que sólo una casa en este lugar puede ofrecer.

El molino más antiguo de la ciudad fue transformado por sus dueños para convertirlo en una casa con todo el encanto del mundo. Con capacidad para diez personas perfectamente acomodadas en cinco habitaciones dobles, en suite, un gran comedor interior, salón con chimenea, gran terraza exterior en torno a una zona de sombrillas y piscina. Con todas las ventajas de una estancia en una casa privada, pero con todo el servicio de un buen hotel, incluso ofrecen los servicios de cocinero para poder realizar cenas en casa en cualquiera de sus comedores.

Desde Taroudant se puede visitar la cercana población de Oulad Telma, a unos veinte kilómetros de distancia. Una población que vive en sencillas pero bellísimas casas de fachadas encaladas y ventanas y puertas remarcadas en azules, viven de la agricultura de un campo sorprendentemente rico en el que crecen naranjos y tomateras, plataneros y pepinos. El palmeral de Tioute, a tan sólo treinta kilómetros de Taroudant con su fascinante kasbah, constituye otra de las postales que debe recoger la cámara de fotos de cualquier viajero que acude a esta parte del mundo, tan próxima pero tan diferente y en la que sentirse un verdadero viajero.

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