Palermo, la incomparable belleza del caos italiano y su espléndida cocina callejera

  • En la ciudad italiana todo sucede en la calle, la vida transcurre de puertas afueras. La ciudad es transparente, todo sucede a la vista del otro.
Imagen nocturna de la mística Palermo.
Imagen nocturna de la mística Palermo.
Imagen nocturna de la mística Palermo.
Palermo, la incomparable belleza del caos italiano y su espléndida cocina callejera. / L.I. 

Como ocurre con casi todo en la vida, también hay destinos para distintos tipos de viajeros. Los hay que buscan el orden, a veces incluso aburrido instaurado en ciudades como Viena, frente a otros que necesitan de una inyección de adrenalina como la que se respira del caos medido de una ciudad como Palermo. Los que prefieren la asepsia de destinos como una perfectamente sincronizada Ginebra, frente al mestizaje decadente de Genova. La tranquilidad de pasear por la medieval Bratislava, frente al bullicioso enjambre de Orán. Los que prefieren un viaje organizado, frente a los que buscan la aventura de un viaje en solitario sin reglas establecidas.

Frente a los destinos que parecen postales de diseño donde todo parece tener su sitio y estar pensado por un decorador de interiores, reivindicamos el viaje en donde cada elemento de una ciudad parece situarse allí donde el caos organizado que hace fluir el universo le ha situado. Lejos de la monumentalidad de Roma, la elegancia burguesa de Milán, la belleza de Florencia y el exotismo de una Venecia sumergida entre canales; Palermo es junto a Nápoles, una de las ciudades italianas más atractivas. La cultura italiana es vibrante, animada y sonora, callejera y tumultuosa. Palermo es la ciudad donde mejor se plasman todos los estereotipos italianos.

Si las líneas aéreas de low cost han socializado los viajes haciendo que viajar se convierta en un fenómeno de masas; la cocina callejera ha influido en la alta gastronomía, logrando democratizar un poco más el modo y el estilo de comer de tantos aficionados a la buena mesa. Las cocinas callejeras más reconocidas han sido las del sudeste asiático de Bangkok, Hong Kong y Singapur, y las de Oaxaca, Guanajuato y Lima; la cocina callejera de Palermo tiene una entidad que por sí sola debería constituir toda una categoría gastronómica. Los Buffitieri, esos pequeños aperitivos que los palermitanos toman a todas horas, son la punta del iceberg culinario.

La calle en su acepción más amplia es el eje de la vida de Palermo. Todo sucede en la calle, la vida transcurre de puertas afueras. La ciudad es transparente en el sentido de que todo sucede a la vista del otro. La ropa tendida en las fachadas de las casas es la primera señal de que Palermo es una ciudad que como Río de Janeiro, vive, ríe, come, y casi duerme al aire libre ¡Puro espíritu mediterráneo! El desayuno se hace en la calle con unos deliciosos buñuelos de garbanzos (panelle). A mediodía las crocche, esas croquetas de patatas condimentadas con menta; la sfincione, la tradicional pizza de cebolla y queso y las scaccie, las empanadillas locales. Para cenar la stigghiola a la parrilla, intestinos rellenos de queso y cebolla.

Los mercados son auténticos hervideros de gente. Torrenteras de gentes que circulan en un sentido y otro en busca de la increíble calidad de los productos que exhiben en los diferentes puestos. No puede dejar de visitar el famoso Mercato Ballaro ni el Mercato del Capo muy cerca del Teatro Massimo. Un mercado que se asoma y extiende por las estrechas calles del barrio homónimo, cientos de puestos y tenderetes, estrechan las calles ¡De nuevo el Mediterráneo en esencia! Cubos de aceitunas, quesos, frutas y verduras autóctonas, marisco y pescado fresco que aún coletean, y grandes piezas de atún y pez espada.

Como manda la tradición es obligatorio tomar un granizado que muchos locales disfrutan acompañados de un brioche relleno de helado. Las arancini, sus tradicionales bolas de arroz rellenos de delicioso guiso de ragú es otro de los imperdibles cuando visite Palermo; tanto como su catedral, el gran edificio que destaca desde la perspectiva del puerto mirando hacia las montañas que protegen la espalda de la ciudad. Al más puro italiano, las fuentes y las plazas constituyen los rasgos que definen una ciudad cargada de sensualidad. De la plaza de Quatro Canti, donde todo confluye; a la de la Marina, de impresionantes ficus; de Bellini con la iglesia del S XII de San Cataldo.

De la apabullante riqueza interior del Palazzio dei Normanni, el más antiguo palacio real en Europa; a la iglesia del Santisimo Salvatore desde cuya cúpula se disfrutan de las mejores vistas de la ciudad. Cocina kilómetro cero entre los callejones del barrio de Capo, el restaurante Perciasacchi ofrece buena cocina regional. Ostería del Vespri en la Crocce del Vespri, un pequeño pero acogedor Ostería en la que los dueños, dos hermanos ofician una cocina italiana de calidad, con mucha simpatía y con menús por menos de 20€.

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