Un lustro de batalla

Vodafone España y su 'tormenta perfecta': de descartar la venta a ponerla en la mesa

La presión por rentabilizar operaciones en países 'hipercompetitivos' como el español obliga a estudiar una salida después de que en el último ejercicio haya bajado por primera vez de la barrera de los 4.000 millones de ingresos.

Mário Vaz, CEO de Vodafone España
Mário Vaz, CEO de Vodafone España.
Europa Press

"Bajo revisión estratégica". Con estas tres palabras, el grupo Vodafone puso en el disparadero al negocio español. Lo hacía en la presentación de resultados de su año fiscal, acabado en marzo, en el que la filial local bajó por primera vez de la barrera de los 4.000 millones de euros. Ese análisis incluye la venta total de la división mientras los fondos sobrevuelan para empujar a la baja el valor. Este movimiento culmina una 'tormenta perfecta' que se alarga durante más de un lustro en el que ha habido dos despidos colectivos con más de 1.400 salidas, una negociación frustrada de venta o fusión con Másmóvil y una seria dificultad para hacer frente al 'low cost' sin armas premium como el fútbol para compensar la deriva del mercado.

Cuando a principios de 2019 Vodafone planteaba un ERE para una cuarta parte de la plantilla, el entonces CEO (hoy presidente no ejecutivo) era claro: "Buscamos agilidad para competir de forma más rápida en un mercado que ha cambiado mucho". Era el precio a pagar por "reposicionarse" hacia el bajo coste. Se 'masmovilizaban', convirtiéndose en un operador con una estructura bastante más liviana. Lo hacían después de cerrar la puerta a comprar los derechos de retransmisión del fútbol, que calificaban de "no rentables" por su elevado precio. Eran dos decisiones peliagudas que ponían a los empleados (y también a los analistas) en guardia. Nick Read, antiguo CEO global, tuvo que salir al paso en pleno Mobile World Congress (MWC), un mes después, para descartar que estuviera sobre la mesa salir de España

Los ecos de venta ya sobrevolaban en aquel 2019. En el año fiscal 2018-2019, los ingresos del grupo rozaban los 4.700 millones de euros. En el que acaba de cerrar en marzo ha bajado por primera vez de la barrera de los 4.000 millones. Esa pérdida de negocio es común entre las tres grandes operadoras, pero en el caso de la teleco británica el daño ha sido mayor. Ahora, quien fuera la mano derecha de Read y hoy consejera delegada del grupo, Margherita Della Valle, asegura que todas las opciones están sobre la mesa, incluida la venta. Ella habla, en el argot corporativo, de "cambios estructurales". 

El mercado da por hecho que la salida en España (y en otras plazas 'ultracompetitivas' como Italia) es una opción, aunque no es la única. Pese a las dificultades competitivas se trata de activos relevantes en lo comercial, más allá de las infraestructuras fijas. La compañía cuenta con algo más de 3 millones de clientes de banda ancha fija, de los que más de 2 millones son convergentes, es decir, cuentan también con líneas de móvil y paquetes de televisión vinculados. Este es un activo que desde el grupo con sede en Londres no quieren malvender en una batalla comercial como la actual.

La venta fallida a Másmóvil

Desde aquel 'Nunca hemos estudiado la venta de España' han sucedido muchas cosas. Año y medio después de pronunciar esas palabras en Barcelona, Read y su equipo recibió la llamada de los fondos dueños de Másmóvil. Querían comprar. No hubo acuerdo por apenas unos cientos de millones de euros en la valoración. Hubo propuesta de adquisición y de joint venture. No vio el riesgo de lo que luego posteriormente pasó: el cuarto operador ejecutó la compra de Euskaltel y dio el triple salto con la fusión con su principal rival, Orange (en un proceso en el que los británicos trataron de subirse sin éxito). Este movimiento, si finalmente tiene el beneplácito de Bruselas, lo deja en un 'terreno de nadie' a mucha distancia del segundo y con la mirada más en el creciente Digi y su 'ultra low cost'.

En este lustro de 'tormenta perfecta' no ha podido encontrar un fondo que se haga con la red fija con hasta 10 millones de hogares (de los que más de siete son de cable, una tipología con menores prestaciones frente a la fibra óptica, que es la que se ha impuesto en los despliegues por sus mayores velocidades y capacidad). Estos activos procedentes, en su mayor parte, de la costosa compra de ONO por 7.200 millones de euros en 2014 para defenderse ante la convergencia de Movistar con la antigua Fusión. Muchos ven esta adquisición como demasiado cara y uno de los principales errores de gestión al no haber actualizado la tecnología desde que se firmara. La opción de la entrada de una gestora de capital riesgo se basa en la posibilidad de que financie la actualización de esa red. 

La otra opción para el fijo es el desmantelamiento de ese cable y la conexión por la oferta mayorista a Telefónica u Orange. Para esta última, la propia Telefónica ya ha enseñado sus cartas. El consejero delegado, Ángel Vilá, aseguró en una entrevista con Bloomberg la pasada semana que estaba abierta a explorar potenciales acuerdos con Vodafone, especialmente en el caso de la fibra, "si ellos quisieran apagar progresivamente su cable". Se trataría de un negocio millonario de tres cifras para la operadora dueña de Movistar.

Sin fútbol

Durante este tiempo no ha logrado encontrar grandes armas 'premium' en su oferta comercial tras la salida del fútbol. En aquel verano de 2018 lo justificaron en los precios. Entendían que cada cliente tenía un coste para ellos de unos 50 euros y que eso era casi imposible de compensar en tarifas. Hoy todo el 'deporte rey' tiene un precio en los paquetes de MiMovistar de 45 euros. Tanto Telefónica como Orange han defendido lo contrario: no se puede analizar la inversión de manera unitaria sino como un arma para retener a clientes y para elevar el ingreso medio por usuario. En este tiempo desde la teleco británica han intentado abanderar el 'cine y series' como ese arma. Pero no habría sido suficiente para hacer frente al 'low cost'.

En este fuerte giro hacia el 'low cost' del mercado español, Vodafone ha sufrido de manera importante en la cuenta de resultados. No es excepción, pero sí que el golpe fue más relevante tras la salida del fútbol y también en el último año. El ejemplo más claro: la indexación al IPC de las tarifas desde el mes de enero no ha permitido volver a positivo en las ventas, cuando Movistar las ha mantenido estables y Orange las ha elevado un 2,8%. Tampoco ha tenido el segmento mayorista como un potencial colchón, con más estabilidad. Al contrario con ellos, sus rivales sí que han mantenido esta rama de actividad y cuenta con clientes como la propia Másmóvil o Digi.

Vodafone tiene más presión de parte de los inversores. Los activistas 'tradicionales' se fueron diluyendo, pero acaba de entrar en el consejo el operador de Emiratos Árabes e& -antigua Etisalat- tras alcanzar un 14,6% de los títulos. Además también tiene un 2,5% de los títulos Xavier Niel, el multimillonario francés dueño del 'cuarto operador' francés Iliad. Con este último ha estado negociando, según publicó Bloomberg hace unas semanas, la venta de alguna parte del negocio en Europa. Existe una cierta presión para simplificar la estructura del grupo y, sobre todo, poner a punto o desprenderse los negocios que no sean rentables. España es uno de los señalados en el 'examen' mostrado este martes a los analistas. Los focos vuelven a colocarse sobre Madrid.

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