A los 78 años

Muere César Alierta, gran transformador de Telefónica que consolidó su expansión

El que fuera presidente de la operadora de telecomunicaciones hasta 2016 pilotó las adquisiciones clave para convertirse en uno de los grupos de referencia y modernizó las redes.

César Alierta
César Alierta, expresidente de Telefónica.
Europa Press

César Alierta (Zaragoza, 1945) ha fallecido hoy a los 78 años de edad. El directivo, que ocupó el puesto de presidente de Telefónica durante dieciséis años desde su nombramiento en el año 2000, fue reconocido como el gran transformador de la operadora, pilotando una decisiva expansión internacional del antiguo monopolio de las telecomunicaciones y una modernización de las redes.

Con una gran experiencia en el terreno bursátil, Alierta se caracterizó durante todo su mandato por mimar prácticamente desde el principio a los inversores de la operadora, con generosos dividendos que fue consolidando año tras año. Su personalidad y su capacidad para tejer relaciones en las distancias cortas le abrieron la puerta a valiosos contactos nacionales e internacionales que ha utilizado para fortalecer la ‘marca España’ con proyectos como el Consejo Empresarial de la Competitividad.

Hijo del que fuera alcalde de Zaragoza y presidente del club de fútbol de la ciudad entre los 50 y los 70, los inicios de Alierta estuvieron más centrados en el mundo de las finanzas, con su paso por Banco Urquijo, como analista bursátil, o Beta Capital, la sociedad de bolsa que creó a mediados de los 80. El giro hacia puestos directivos de primer nivel lo dio en 1996. El Gobierno de José María Aznar lo nombró presidente de Tabacalera para que se encargara de su privatización. En su mandato, que lo compatibilizó con el puesto de consejero de Telefónica bajo la presidencia de Juan Villalonga, negoció la fusión de la francesa Seita que dio lugar a Altadis.

Tres años después se convirtió en el sucesor de Villalonga en un momento especialmente delicado, en plena resaca del ‘crash’ de las puntocom y de la frustrada fusión con la holandesa KPN. Las operadoras de telecomunicaciones iniciaban una travesía en el desierto en la que Alierta tomó algunas decisiones clave. La principal fue la congelación del negocio vinculado a la tecnología UMTS (origen de las redes 3G) para un nuevo impulso de la telefonía móvil. Tras años de retrasos en el desarrollo y diversos problemas técnicos, decidió dar un golpe en la mesa y fue de los primeros en reconocerlo en sus cuentas, al apuntarse pérdidas de más de 4.800 millones de euros.

Adquisiciones para ser global

Sus primeros ejercicios al frente de la teleco se caracterizaron por consolidar el negocio y tratar de mantener las finanzas a salvo tras la crisis del 2000. Sin embargo, unos años después, el directivo aragonés entendió que las adquisiciones eran herramienta clave para crecer en un negocio donde el tamaño se antoja imprescindible. Se internó en una carrera de compras para hacerse fuerte a nivel global. La primera destacada fue en Europa, después el frenesí inversor de los 90 en Latinoamérica con la privatización de las compañías de la región. Se hacía con Cesky Telecom. Ese fue sólo el principio.

Unos meses después dio el primer movimiento importante: se hacía con O2, la segunda compañía de telefonía móvil de Reino Unido y sexta de Europa con presencia en Alemania e Irlanda. En 2010, llega el otro golpe de autoridad para ganar peso en Brasil ante el avance de Carlos Slim y de otros competidores: adquiere el 50% de Vivo en lo que fue una durísima negociación mantenida por Alierta con Portugal Telecom y el Gobierno luso. Esa apuesta por el mercado en este país se consolida en 2015 con la última gran adquisición: se hizo con la operadora GVT para ganar espacio en red fija de fibra. En total casi 41.000 millones de euros para convertirse en uno de los grandes operadores del mundo.

A mediados de la primera década de este siglo, en el año 2005, la compañía bajo su batuta entra en el índice Dow Jones Global Titans 50 de Nueva York, que reúne las 50 mayores empresas del mundo. Era la primera empresa española en formar parte de este 'club' y una de las pocas europeas. En aquel momento, el grupo español cotizaba con una capitalización que superaba los 85.000 millones de dólares.

España siempre fue el mercado cabecera de Telefónica y, por tanto, clave para su negocio. El estallido de la crisis en el país pasó factura a la operadora, igual que al resto. Y en este contexto, Alierta quiso dar un paso al frente y fue uno de los grandes impulsores del Consejo Empresarial de la Competitividad. Convenció a los primeros espadas de las principales empresas del Ibex 35 para que se sumaran a una suerte de ‘think tank’ que conformó junto al también fallecido Emilio Botín y con la ayuda del entonces presidente de La Caixa, Isidro Fainé. El objetivo era influir en las políticas económicas para tratar de contribuir a la recuperación de España.

Coincidiendo con los años de la crisis, las grandes compañías tecnológicas ganaron peso en el mundo. Y el expresidente de Telefónica fue una de las voces públicas más críticas con su política fiscal o con la regulación impuesta en Europa. Se quejó amargamente por el escaso pago de impuestos de compañías como Google, Facebook, Amazon o Apple, un debate que se ha intensificado con los años y ha llevado a que administraciones y organizaciones como la OCDE tomen cartas en el asunto. Hizo lo propio con la regulación de estas compañías que, en su opinión, competían con los servicios de las telecos utilizando sus redes. Esto ha acabado también en la mesa de Bruselas y hoy se estudia una 'fair share', o precio justo por la explotación de esas infraestructuras por parte de las grandes firmas de internet.

Toda su trayectoria profesional y personal mereció en el año 2012 el reconocimiento de los Premios Heraldo de Aragón, en este caso a los Valores Humanos y el Conocimiento. 

Últimos años en Profuturo

En el mes de marzo del año 2016, casi dieciséis años después de tomar posesión en el cargo de presidente, Alierta dio un paso atrás. No fue improvisado, pues en 2012 ya señaló un plan de sucesión, como reclaman los cánones y los códigos de buen gobierno, al designar a José María Álvarez-Pallete, como consejero delegado (CEO) y potencial ‘heredero’. 

Los últimos años en la compañía, ya fuera del consejo de administración -abandonado en 2017-, Alierta se centró en su tarea en la Fundación Telefónica, la cual presidió hasta 2022. Predicó los beneficios de la educación digital y la importancia de formar en habilidades tecnológicas a los más jóvenes, ante la evidente escasez de estos profesionales en el futuro. Se centró en la Fundación Profuturo, uno de sus proyectos más queridos, con la que mejoraban la calidad educativa de millones de niños y niñas que viven en entornos vulnerables de Latinoamérica, el Caribe, África y Asia.

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