Hace apenas unos días el gobernador del Banco de Inglaterra, Andrew Bailey, lanzaba una advertencia "apocalíptica" sobre los efectos de la subida de los precios de los alimentos y sobre su escasez. "Es una preocupación muy, muy importante" y no solo para su país, alertó, sino para el mundo en desarrollo. El responsable de la política monetaria británica aseveró, de hecho, que el encarecimiento de los alimentos y la energía tendrán un efecto mucho mayor que cualquier aumento en las tasas de interés.
La invasión de Ucrania y las sanciones a Rusia han agravado la crisis alimentaria provocada por la covid y alentada por los fenómenos meteorológicos extremos como las sequías o inundaciones en zonas que también son productoras de cereales, como es el caso de la India. Hasta ese país viajamos de la mano de Susana Hidalgo, directora de comunicación de la Fundación Vicente Ferrer. De hecho, desde el inicio de la guerra Naciones Unidas (ONU) ha advertido del enorme impacto del conflicto en la seguridad alimentaria, dado que Ucrania y Rusia son dos de los principales productores mundiales de cereales y de sus exportaciones dependen especialmente decenas de países de África y de Oriente Medio.
En África la situación es de extrema gravedad. Desde el año pasado, las personas en riesgo de inanición en Somalia, Kenia y Etiopía se han duplicado al pasar de los diez a los 23 millones. La región atraviesa la peor sequía en cuatro décadas y esto, sumado a la covid-19 y al aumento del precio de los alimentos provocado por la guerra de Ucrania, ha dejado a cerca de medio millón de personas en Somalia y en Etiopía "en condiciones cercanas a la hambruna", como explica a 'La Información' Lourdes Benavides, responsable de justicia climática de Oxfam Intermón.
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