"Salía del hospital y atendía a todo el barrio"

Mercedes, centenaria y sanitaria: "Todo lo que he hecho en mi vida ha sido útil"

La mujer, una de las primeras anestesistas de España, ha soplado 103 velas durante el confinamiento y, con la del coronavirus, ya ha sobrevivido a dos pandemias.

Mercedes centenaria y sanitaria: "Todo lo que hice en mi vida sirvió para algo"
Mercedes, centenaria y sanitaria: "Todo lo que hice en mi vida sirvió para algo"
La Información

Mercedes Manjón tiene 103 años y una calle que luce su nombre en Madrid. "Todo lo que he hecho ha tenido mérito, porque todo lo que he hecho ha sido útil". Ella misma pone voz a su larga batalla en la Enfermería, un relato que, como en una buena novela, se construye desde los saltos temporales que hace años que salpican sus recuerdos: "Vosotros me preguntáis, luego ya lo que os cuente lo colocáis donde os parezca". Cada anécdota de sus años en primera línea responde a unos años que abrazaron los acontecimientos más cruciales de la historia reciente. A pesar de los 'flashbacks', su discurso no ha perdido lucidez. Además de matrona, Mercedes fue una de las primeras anestesistas de nuestro país. La centenaria habla de su labor sin ornamentos, con la conciencia en calma de quien hizo lo que había que hacer. Sopló las velas en la recta final del confinamiento, el pasado 15 de junio y, tras dos guerras mundiales y una civil, se niega a pisar una residencia.

Ni la Covid ni las cámaras amedrentan a esta centenaria que ha compartido su historia con La Información. Lo del coronavirus no le ha pillado de nuevas. Mercedes nació en 1917 y, solo un año después, la gripe española azotó con fuerza, a la vez que el sarampión amenazaba a los niños de todo el mundo. La primera enfermedad dejó, en apenas dos años, 300.000 decesos en nuestro país y más de 40 millones en todo el mundo. La magnitud de la tragedia se entiende mejor con la vista en el presente: este fin de semana, los muertos de la Covid rozaron los 28.400 en España y los 494.700 en todo el planeta. La gripe se fue en 1920 como había venido, pero aún habría que esperar hasta 1975, décadas más tarde del primer llanto de Mercedes, para encontrar la vacuna de la segunda: "La mayoría de los que enfermaron de sarampión a la vez que yo murieron. Solo cuatro niñas salimos adelante"

Sonaban tambores de guerra cuando Mercedes acabó la formación, justo a tiempo para hacerse cargo, en 1936, del traslado de un centenar de menores desde Madrid hasta Valencia: "Yo llevaba una sección de cincuenta amas, con dos niños cada una. No sabíamos bien adónde íbamos, solo que debía llevarme a los pequeños donde fuese que las bombas no cayesen". Mercedes no había cumplido los 20 cuando cargó sobre sus hombros con la seguridad de un convoy repleto de niños que cruzó una España en guerra, en busca de una nueva familia y un lugar seguro. "El viaje fue una odisea. Llevaba dos sacos con pañales y ropa limpia para niños. Para las mujeres no había nada. Cuando los menores manchaban el pañal, se lo quitaban y lo tiraban dentro del vagón. Todo olía... como no os podéis hacer una idea". 

"Allí no eras enfermera ni eras nadie, solo una acogida más"

Ella misma arregló cada detalle de aquel traslado: "Muchos niños no tenían ni padre ni madre, eran de la inclusa". Al llegar a Valencia, recibieron a las familias que se harían cargo de los menores: "Yo preparé la documentación, con el nombre, la edad y lo poco que sabíamos de ellos en la casa de expósitos". Cuando venía un padre se le entregaba al niño con los papeles: "Entonces te desentendías. Se le advertía a la familia que el menor ya era cosa suya". La mayoría de las familias de acogida se llevaban tanto al niño, como al ama. "Yo me quedé muy pronto sin gente a mi cargo porque todos mis pequeños tenían los papeles arreglados". La última familia en acudir se la llevó a ella: "Yo allí no era nada, solo una acogida más". "Luego siguió la vida adelante". Con esta frase, Mercedes resume tres años de incertidumbre y explosiones. Avanza hacia un Madrid en dictadura, donde pasó medio año trabajando sin cobrar para demostrar su fidelidad al franquismo.

Los hospitales de campaña también le eran conocidos. "Trabajé entonces en un salón largo lleno de hileras de cunas, a un lado y a otro, todas ocupadas por niños enfermos". La primavera de 1936 fue el pistoletazo de salida de un periodo donde el conflicto laboral acababa en huelga. "Me preguntaron si quería afiliarme a algún sindicato. Yo había estado toda mi vida interna en un colegio y no entendía nada, así que dije que no me afiliaba a ninguno". Como la de ahora, la sociedad de entonces lidiaba mejor son las etiquetas que con los matices: "Me dijeron que eso no podía ser, así que dije que me afiliaran a lo que quisieran". La balanza se inclinó hacia la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) que, desde el comienzo de la década de los 30 y junto a UGT, era el sindicato mayoritario. "Yo sería de la CNT, pero no sabía lo que significaba, para mí era como el jueves o el viernes, no representaba nada"

Carnet de Mercedes como miembro de la Agrupación Sindical de Matronas
Carnet de Mercedes como miembro de la Agrupación Sindical de Matronas
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"¿Cómo iba a pedir dinero por poner una vacuna a quién no tenía para comer?

Las mujeres sanitarias son las que más han sufrido el golpe de la Covid. En los tiempos de Mercedes, ellas tampoco jugaban sus cartas en igualdad de condiciones.  La enfermera, además de matrona, actuaba como practicante, incluso llegó a hacer electrocardiogramas... aunque algunas salidas, como al resto de las mujeres de su generación, le fueron vetadas. "Solo hacía aquello relacionado con la Enfermería, no me dejaban hacer más", recuerda. "Sí podía entrar en el laboratorio, me gustaba ver cómo se hacían los análisis y me interesaba lo que pasaba al otro lado del microscopio... pero no me dejaban tocar nada". Mercedes se pregunta las razones de la prohibición, "igual era porque yo podía estropearlo". El techo de cristal, como en tantas historias, oprimía a un batallón de sanitarias que nacieron antes de tiempo.

También las técnicas avanzaban por detrás de los sanitarios. "Se anestesiaba a los niños con coñac... hasta que se quedaban atontados", relata. Igual que en esta última crisis sanitaria, tampoco ella tuvo siempre todo el material necesario. "Hacíamos lo que podíamos y tratábamos a la gente lo mejor posible, pero a veces no teníamos medicinas", lamenta. La analogía no queda ahí. La jornada laboral de Mercedes también superaba las ocho horas. "Yo no descansaba ni en el hospital ni fuera. Cuando llegaba a casa, toda la gente del barrio San Pascual acudía a mí como si fuera yo el médico... y yo les curaba". Entre su dedicación y los fármacos que requisaba del hospital, ayudaba a sus vecinos a salir adelante. "Hice lo posible por ayudar a aquel barrio. El que no podía pagar, no me pagaba... ¿cómo iba a pedirle yo a alguien que me pagase una inyección si no tenía para comer?". De día y de noche, la puerta de la enfermera siempre estaba abierta. "Los pacientes entraban a empujones", recuerda Mercedes sobre su lugar de trabajo.

Ni la precariedad ni la presión la hicieron renunciar de una profesión que marcó su vida. Después de tanto tiempo dedicada a proteger a los demás, estos últimos meses ha visto cómo su entorno se volcaba en cuidarla a ella. "Es muy tozuda, solo pudimos sacarla de casa engañándola un poco", asegura su bisnieto. Con la excusa de unas vacaciones la llevaron a vivir con un familiar. Había llegado el momento de recibir una ayuda que Mercedes se había empeñado en no necesitar. 

Aunque se ha negado a pisar una residencia, las décadas al otro lado de la consulta le enseñaron que las cosas no siempre salen como el profesional espera: "Cuando alguien ha cometido un descuido conmigo, me acuerdo de que yo también cometí mis errores". El tiempo de la bata blanca quedó atrás, pero sigue muy atenta a lo que pueda pasar: "Entonces no teníamos certezas sobre el resultado de algunos tratamientos... ahora que estamos pendientes de la vacuna del coronavirus este tampoco sé lo que pasará". Los años no han mermado la curiosidad de Mercedes, ni su interés por un país que apuntalaron mujeres como ella, de las que no hay rastro en los libros de historia.

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Mercedes Manjón tiene 103 años y una calle que luce su nombre en Madrid. Es una de las primeras anestesistas de España y ha soplado 103 velas durante el confinamiento y, con la del coronavirus, ya ha sobrevivido a dos pandemias . Ella misma pone voz a su larga batalla en la Enfermería, un relato que, como en una buena novela, se construye desde los saltos temporales que hace años que salpican sus recuerdos: "Vosotros me preguntáis, luego ya lo que os cuente lo colocáis donde os parezca". Cada anécdota de sus años en primera línea responde a unos años que abrazaron los acontecimientos más cruciales de la historia reciente. A pesar de los 'flashbacks', su discurso no ha perdido lucidez. Además de matrona, Mercedes fue una de las primeras anestesistas de nuestro país. La centenaria habla de su labor sin ornamentos, con la conciencia en calma de quien hizo lo que había que hacer. Sopló las velas en la recta final del confinamiento, el pasado 15 de junio y, tras dos guerras mundiales y una civil, se niega a pisar una residencia . Lee toda la entrevista de @paula_malvarez en el enlace de la biografía . #enfermera #enfermeria #enfermería #medicos #mir #entrevista #enfermeras #sanitarios #enfermeros #hospitales #enfermeria💉💊 #sanidad #anestesista #anestesiologa #anestesistas #seguridadsocial #centenaria #sanitaria #Henneo #LaInformacion #NoticiasEspaña

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